No es un concurso de triples
viernes 03 de octubre de 2014, 14:53h
La verdad es que no votaría yo a Pedro Sánchez como nuevo
seleccionador nacional de baloncesto para sustituir al fracasado y dimitido
Juan Antonio Orenga. Sería hora ya de abandonar esa historia deportiva y
adolescente del nuevo secretario general del PSOE pero, al parecer, él mismo
quiere seguir con la referencia emocional a aquella épica del esfuerzo, la
superación y la competitividad. Y se supone que por eso le pidió al
lengendario Pepu Hernández , entrenador de la ahora llamada ñba española cuando
fue campeona del mundo, que le hiciera de telonero en su debut en uno de los
foros político-periodísticos más eeclusivo de la capital. Y claro, Pepu hizo de
Pepu y explicó muy bien, por cierto, para los que vivimos aquello, lo del
espíritu del Ramiro y de los irreductibles luchadores del "Estu". Y predicó la
máxima de todo buen entrenador: "un jugador no es nada, por muy bueno que sea,
sin un equipo". Y ahí es donde el antiguo alero de las divisiones inferiores
del "Estu", Pedro Sánchez, empezó a no hacer bien de Pedro Sánchez.
Y es que
cuando llenas una sala en el Hotel Palace de Madrid con 600 personas que se
reúnen por primera vez a escucharte, con lo más granado del empresariado, altos
representantes de la diplomacia acreditada en España, autoridades varias y los
periodistas que siguen la política con los colmillos más retorcidos pues
entonces de nada te vale el equipo. Salvo para que ocupe las mesas principales,
hagan de clac si se atreven -que no se atrevieron- y sobre todo te dediquen una
mirada cómplice cada vez que levantas la vista de los papeles a medida que los
vas leyendo, que este chico no es de hablar sin papeles. Primer error de
estrategia. No era el día del equipo sino de quien ha sido elegido como su
mejor jugador. Y ahí te tienes que jugar un uno contra todos, combinando las
entradas arriesgadas a canasta, los triples más lejanos posibles, pero en su
tiempo justo, y los mates estratosféricos para dar espectáculo. No debes
defraudar a la afición y estas obligando a encestar todos los puntos de
estimación que puedas, que falta le hace a un PSOE absolutamente errático desde
la pérdida del poder a finales de 2011 y tras el fiasco más reciente de la
dirección de Alfredo Pérez Rubalcaba. Y la verdad es que la actuación fue un
poco escasa para llevarse el título de MVP en la contienda que, lógicamente,
fue suyo puesto que solo él ocupaba la tribuna. A Sánchez le gusta un discurso
lleno de temas, en los que va pasando de uno a otro, como si tirara a canasta
desde todos los puntos posibles tras la línea de triples, lejísimos, a 6,75
metros de la canasta, más preocupado en lanzar todas las bolas que en saber qué
porcentaje de tiros entraron por el aro. Y no es malo exponer ideas,
sobre todo para que se sepa que se tienen.
Lo malo es no acabarlas o dejarlas
en enunciado o mezclar las más elaboradas con las otras, en un totum revolutum
difícilmente digerible y más a la hora del desayuno que es cuando tuvo lugar el
evento. O que resulten lejanas, para otro momento, que no para resolver lo de
ahora. Así envolvió demasiado sus dos anuncios estelares en todas las
generalidades que inevitablemente seguían a los latiguillos reiterativos que le
colocaron en el discurso - "dijimos que...", "España necesita...", "para que España
crezca...", "la España que yo quiero..." Porque en este descalabro corrupto de la
clase política que padecemos es bueno prometer la dedicación exclusiva de los
parlamentarios, que no cobren más de lo que le pagan las Cortes, y que
certifiquen a través de Hacienda sus bienes de entrada y salida en el
Parlamento. Son dos propósitos regeneradores. Pero le faltó al nuevo líder
socialista ese discurso desgarrado y cabreado que la izquierda necesita oir y,
sobre todo, practicar, contra la indecencia de tantos y tantos políticos que se
han lucrado y se lucran gracias al voto inocente que les dimos para que nos
arreglaran el país no para que se sirvieran de él. Para ello deberán a empezar
autocrítica y muy seria y exigente, desde los 15 consejeros socialistas de las
tarjetas fantasmas de Caja Madrid y Bankia, pasando por los de los eres
andaluces, ex presidentes o no, y hasta llegar hasta el última ex concejal en
líos con la justicia. No basta con la solemne declaración de que "quien la hace
la paga" y de "primero la presunción de inocencia" que habrá que si se cumple
cuando llegue el momento vaya usted a saber a cuántos años vista. Pedro Sánchez
está limpio y puede liderar desde el PSOE doliente esa rebelión desde la
clase política honrada, que la hay, aunque muchos no se lo crean, cada vez
más. Puede crear la cultura interna de la intransigencia más
beligerante y exigente, agitando una bandera que ahora enarbola Podemos y que
es como un enorme tifo exhibido en el graderío de un estadio sobre las cabezas
de unos ciudadanos hartos y convencidos de que todos son iguales, unos golfos
que viven como reyes con los impuestos que pagamos con enormes carencias y
sacrificios. Pero para eso tiene que jugar cada día el partido de tu vida,
disputando cada punto con ansia, con hambre de ganarse el voto. Encarando al
rival y no buscando la lejanía para tirar de muñeca. Pero el nuevo secretario
general va de pulcro, que decía un experto en comunicación de colmillos muy retorcidos,
a quien tenía a mi derecha durante la conferencia del nuevo líder, no se atreve
a levantar la voz, practica un lenguaje casi exento de acentos y admiraciones,
sin apenas mayúsculas.
Que suene bien como música de fondo a ver si se pega. El
problema es que casi nadie hace caso de la melodía ambiental. ¿Se enfada
alguna vez este hombre? Si se volviera a vestir de corto y a moverse en ataque
por la cancha, seguro que Pepu Hernández le diseñaba varias jugadas para que
entrara a canasta como una exhalación para hacer un mate y colgarse rabioso del
aro. Ni uno ni otro volverán a las andadas. Sánchez debe abandonar de una vez
ese ambiente naif y de joven deportista en el que quiere envolverse. Que
tampoco protagonizó "Carros de Fuego". Pero sí que es verdad que necesita
un Pepu Hernández que le haga las estrategias. El liderazgo político no es un
concurso de triples.