Hace tiempo que pienso que el
punto nuclear de la vida política española se sitúa en la reforma
constitucional, imprescindible ya más que conveniente. En ese sentido, me hallo
más cerca del secretario general del PSOE,
Pedro Sánchez, que del presidente
del Gobierno,
Mariano Rajoy, que sigue declarando que esta reforma no está
entre sus prioridades. Lo que ocurre es que Sánchez sigue anclado donde
Rubalcaba o, mejor, donde
Zapatero. Ya en tiempos del anterior inquilino de La
Moncloa quedó delineada una 'reforma de mínimos' que no buscaba complicarse
demasiado la vida: el artículo 57, referente a la sucesión en el trono
(necesita los requisitos de la 'reforma agravada', es decir,
disolver las cámaras y convocar un referéndum: fácil, porque tenemos elecciones
a finales de año próximo), cambiar la orientación general del Senado, introducir
la palabra (y el concepto) 'Europa' y citar por sus nombres a las
comunidades autónomas. A ello, Zapatero le añadió luego alguna modificación de
detalle, como sustituir la palabra 'minusválido' por 'discapacitado'.
Ninguna de ellas se cumplió y sí, en cambio, aquella no anunciada 'reforma
expres' del artículo 135, en pleno agosto de 2011, cuabndo ya el PP
llamaba a la puerta del poder, estableciendo en el texto el concepto de 'estabilidad
presupuestaria'.
Me pareció que la reforma que
propugna Sánchez, no explicitada ni detallada suficientemente aún, no pretende
ir mucho más lejos que la de Zapatero: cifra en la modificación de la
estructura y competencias del Senado el futuro desarrollo de competencias
territoriales y el diseño de lo que podríamos llamar, signifique ello lo que
signifique, 'Estado autonómico federal', lo que evitaría meterse en
la áspera reforma del (caduco) Título VIII, que regula el régimen autonómico.
Ya ve usted, amable lector, que aquí falta mucha concreción y un poco más de luz,
y eso parece obvio. Pero es, al menos, un primer paso, algo que lleva a una
mesa de negociaciones que entiendo que debería ser tripartita Rajoy-Sánchez
(una vez que hubiesen llegado a un previo acuerdo entre ellos)-
Artur Mas, con
la conciencia de que el poder mediador del Rey no debería estar ausente
sobrevolando, sin una presencia física, ese proceso.
Claro que eso daría mucho de
sí, y ofrece multitud de posibilidades...si se quiere que las oportunidades
lleguen, lo cual, como decía Picasso de la inspiración, solo llega cuando se
está trabajando. ¿Por qué no, por ejemplo, retomar aquella vieja idea
consistente en instalar algunas instituciones, comenzando por el Senado, en
diversas comunidades autónomas, como Cataluña, Euskadi, Galicia, por citar solamente
a las 'históricas'? ¿Por qué no estudiar la idea aventada por el 'padre'
de la Constitución
Miguel Herrero Rodríguez de Miñón consistente en agregar una
disposición adicional al texto fundamental regulando, aunque fuese de manera
transitoria, la financiación autonómica?
Soñar no cuesta nada, y llegar
a esto que aquí expongo sería casi un sueño de concordia, de voluntad
regeneracionista, de conjunción de estadistas. Estoy de acuerdo con Sánchez, en
su aparición este jueves en el foro Nueva Economía, en que no basta con invocar
'legalidad, legalidad, legalidad', como hace Rajoy, para resolver
el problema que nos ha planteado a todos el secesionismo de una parte de la 'Cataluña
oficial', representada en este caso por la Generalitat y sus asociados.
Hay, claro, que mantener la legalidad por encima de todo, pero añadiéndole unas
gotas ---o unos litros-de imaginación, de generosidad y de valor. Me gustó,
lo confieso, el discurso pretendidamente regeneracionista de Sánchez ante un
nutrido y no sé si demasiado entusiasta foro; pero lo encontré alicorto.
Regenerar la vida política nacional va mucho más allá de limitad a dos de los
mandatos del presidente del Gobierno o impedir que los cargos que participan en
tertulias periodísticas -como Sánchez hizo no demasiado tiempo tras-cobren
por ello. La regeneración en esta España que tiene que pechar con Esquerra
Republicana de Catalunya, con la incuria burocrática de siglos, con las estructuras
anquilosadas de los partidos y los sindicatos, con las 'irregularidades'
-ejem-en Caja Madrid y con los sueldazos por no hacer nada en los
consejos asesores de las autonomías, en esta España del desencanto y la
desconfianza, reclama más, muchas más iniciativas, coraje y participación de la
ciudadanía. Y eso no se obtiene en una conferencia de media hora y buenas
palabras de Sánchez ni en los silencios vía plasma -o no-de Rajoy.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>