martes 30 de septiembre de 2014, 11:57h
No se puede bajar la guardia con los terroristas, y,
mucho menos, con los criminales islamistas del autodenominado Estado
Islámico que utilizan las tácticas más bárbaras y repugnantes
para sembrar el terror y enriquecerse. Causa cierto estupor comprobar
que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, justifica la
situación actual de caos y violencia en Siria y en Irak porque las
agencias de inteligencia subestimaron la fuerza de esta banda
terroristas. Hasta el punto de que hace pocos meses, Obama decía que
si alguien se ponía la camiseta de Kobe Bryant no significa que
pueda jugar en Los Ángeles Lakers.
Mira por donde, ahora, estos
aprendices de jugadores de baloncesto no sólo juegan a nivel de NBA,
sino que traen en jaque a toda la comunidad internacional porque han
tenido en Siria, durante más de dos años, su gran campo de
entrenamiento y de reclutamiento de miles de milicianos, no sólo de
países árabes y musulmanes, sino también europeos, australianos y
de muchos más países del mundo. Han utilizado técnicas de
propaganda modernas, con expansión en las redes sociales, y con un
discurso que utiliza la debilidad de las principales potencias
internacionales, de sus enfrentamientos por disparidad de intereses,
de las consecuencias de la crisis económica y de la mediocridad de
la mayoría de los dirigentes políticos internacionales.
Los
criminales del EI, que por cierto habría que evitar caer en su
estrategia propagandística con el vocabulario que busca legitimarse
porque ni son Estado: ni leyes, ni derechos, ni libertades, ni nada;
ni son islámicos porque el Islam es paz, convivencia y, sólo unos
cuantos grupos de criminales aprovechados malinterpretan el Islam
para su propio beneficio de poder y dinero; han sembrado la barbarie
contra toda persona que no haga lo que ellos imponen. Da igual que
sean musulmanes, cristianos, judíos o hindúes, su estrategia del
terror persigue conseguir los beneficios de la venta del petróleo.
El presidente norteamericano es consciente de la amenaza que
significa un reto para toda una generación, una percepción que debe
ser compartida por todos porque nadie en el mundo está libre de los
ataques de unos criminales que se retroalimentan en el caos y la
violencia. No es fácil luchar contra ellos porque legalmente hay
resistencia a penar los indicios pero las dudas pueden resultar
fatales.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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