Nadie se lo creyó
hasta el minuto antes, pero el todopoderoso
ministro de Economía y Hacienda del primer gobierno de
Felipe González tiraba
la toalla. Lo dejaba todo. Era 3 de julio de 1985.
Miguel Boyer estaba harto de
pelearse con los suyos, quería ser vicepresidente como
Alfonso Guerra y había
encontrado de nuevo el amor. Un cóctel que le empujó a no dar marcha atrás a
pesar de las súplicas de González, pero sobre todo de las de su amigo
Carlos
Solchaga, quien le sucedería en el ministerio. En el libro "El Provocador" que
escribí junto a Ignacio Alonso, se relata cómo durante esa noche y hasta bien
entrada la madrugada, Solchaga, al que se le unieron su esposa e
Isabel
Preysler, intentó por todos los medios posibles que no abandonara. "Tenemos
muchas cosas por delante todavía por concluir. La privatización de Rumasa, la
liberalización del sistema financiero, la entrada en la Comunidad Europea, la
introducción del IVA, la reindustrialización del país", Solchaga insistía. Pero
a Boyer, con la decisión ya muy meditada, ninguna de estas circunstancias le motivaba a
cambiar de criterio y encima no veía la recuperación de la economía por ninguna
parte. "Crear empleo en esta coyuntura sería un milagro", le dijo. "Estoy
bastante magullado". No había marcha atrás.
La salida de Boyer
del gobierno fue un auténtico terremoto. Abría la primera crisis oficial de un
gobierno socialista y muchos frentes estaban abiertos. González ya se había
metido en muchos charcos, pero esta dimisión le abría una crisis interna que además habían
provocado en gran parte Guerra y los suyos. Boyer se había curtido en muchas
batallas. La primera, la expropiación de Rumasa, un proceso llevado con mucha
prisa y que le deparó no pocos problemas con Ruiz Mateos, quien durante años le
preparó todo una batería de acosos allá donde le pillara. También tuvo que
aguantar comentarios de todo tipo a cuenta de su divorcio y relación con
Presysler, así como de sus amistades. Para muchos socialistas, Boyer era un heterodoxo,
tenía amistades peligrosas, la "beautiful people", y se salía demasiadas veces
del guión. En realidad estaba más cerca de los postulados socialdemócratas que de
los del "clan de la tortilla". Se dio cuenta enseguida que de que muchas de las
recetas del socialismo se habían quedado rancias y como dijo una vez
José
Borrell en el Congreso olían a naftalina. Quiso corregir y no le dejaron.
Miguel Boyer fue un
gran ministro al que no dejaron rematar la faena los entonces "radicales" del
PSOE. Hizo sus pinitos como empresario, como consultor incluso de la fundación
FAES del PP. Desaprovechado. En mi opinión, González se plegó al "guerrismo", del
que después echaría pestes, y España se perdió un excelente vicepresidente,
inteligente, culto y probablemente capaz de haber sacado antes a España de la
crisis en la que estaba inmersa.
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