Quién
me lo iba a decir a mí, que tanto critico, con respeto siempre, eso sí, algunas
de las cosas que hace y, sobre todo, que no hace,
Mariano Rajoy: me he visto en
la necesidad de defenderle pública y notoriamente. Se lo dije a mis compañeros
en una tertulia televisiva, donde le sacudían de lindo por haber dejado caer el
proyecto de reforma del aborto que impulsaba
Alberto Ruiz Gallardón, lo que ha
provocado, como todo el mundo sabe, la para mí no tan súbita dimisión del
ministro de Justicia.
Mientras
mis compañeros defendían a Gallardón como si hubiese sido un mártir en el circo
romano frente a los leones marianos, hube de recordarles que la situación del
ministro, en el mundo de la
Justicia, era ya insostenible, que no había podido sacar
adelante ninguno de los 'planes estrella (dos)' de su Departamento y que la
retirada del proyecto de reforma del aborto había sido un pretexto estupendo
para marcharse siendo aclamado por esa gente, por lo demás situada en la
derecha, que asegura en manifestaciones callejeras que "jamás volveré a votar a
Rajoy". No sé quién esperan, entonces, que les garantice una regulación contra
el aborto más restrictiva: ¿el PSOE? ¿Podemos? ¿UPyD, en connivencia con
Ciudadanos? O... ¿Vox, esa formación que ya está casi disuelta como un
azucarillo en el café amargo?
Me
parece lógico el razonamiento que, ya casi con un pie en China, hizo el
presidente del Gobierno: ¿para qué aprobar sin consenso una ley que un Gobierno
quizá próximo va a derogar al minuto siguiente? Advirtiendo de que ese
razonamiento también podría servir para la reforma educativa, o para la
sanitaria, me parece que esta vez tiene toda la razón Rajoy (la tiene también
otras veces, que conste. No siempre): no se puede jugar a dividir a la sociedad
acerca de un tema tan enormemente doloroso como es el aborto, sin duda una
desgracia para quien tiene que someterse a él. No puede penalizarse lo que
tiene mucho más que ver con la conciencia íntima de cada cual que con una
normativa moral interpretable, ni me parece que esta sea una cuestión que
justifique la caída de un gobernante, cuando hay otras muchas cosas que
podríamos reprocharle.
Claro
que no estoy a favor del aborto (ah, pero ¿alguien lo está?) y menos aún de la
'ley
Aído', o de quien fuera, según la cual las menores de edad podrían abortar
sin necesidad de pedir permiso a sus padres. Aquello fue un dislate que, sin
duda, busca un consenso entre socialistas y 'populares' para corregirse. Pero
menos aún soy partidario de utilizar cuestión tan sensible como un mero factor
electoral. Creo que Rajoy ha actuado cabalmente, dejando a un lado pasiones que
vienen a atizar la crispación que por tantos otros motivos sufrimos. Y creo que
Gallardón ha hecho bien en dimitir: su trayectoria, y dejemos de lado este
último episodio, puntual en el fondo, no justificaba su permanencia en el
cargo.
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