martes 23 de septiembre de 2014, 12:06h
Hubo un
tiempo en el que nuestros políticos utilizaban los términos
náuticos para explicarnos nuestro paso por la historia más
reciente; ahora se han reciclado y prefieren desempeñarse como
sastrecillos improvisados. Han hecho cursos por correo de corte y
confección y se creen preparados para cortar a los españoles varios
trajes de temporada. Todos ellos, del Presidente a los que aspiran a
serlo, de los budas nacionalistas a los caciques regionales, de los
demagogos recién bautizados a los izquierdistas sin sentido común,
toman medidas a nuestra España para dibujar un nuevo patrón que le
cuadre en el futuro. Poco les importa que la nueva vestimenta legal
le tire al país de la sisa, le quede larga de mangas, ancha o
estrecha, patilarga o pescadora, corta de tiro o caída de hombros,
se han puesto a ello y aquella España constitucional de la
Transición puede terminar hecha un adefesio.
El Partido
Popular comprueba atemorizado que sus mayorías absolutas han
encogido en muchos municipios por culpa de lo mucho que ha llovido en
los últimos años. La normativa electoral, que siempre les quedó
como un guante, les deja ahora con las miserias al aire. Así las
cosas, comprobado que de nada les valdría descoser los bajos o
añadir remiendos que agrandaran su prenda política, nos presentan
nuevos modelitos que les permitan pasearse por la pasarela con la
vara municipal de mando entre las manos. "Que gobierne directamente
el candidato más votado y así luciremos elegantes en el próximo
desfile de la primavera que viene". La oposición mayoritaria, rota
en pedazos y dividida en tendencias inverosímiles, repasa los
figurines propuestos por el PP y adivina que las tallas populares no
están hechas para ellos. Centrifugada en tendencias diversas, la
izquierda patria sabe perfectamente que no tiene nada que hacer si su
oponente de derechas es el que más sufragios almacena en las urnas.
Ahí tienen
ustedes a Pedro Sánchez, un recién llegado al mundo de la alta
costura, dispuesto a presentarnos sus colecciones de verano y otoño.
Acodado sobre el tablero, provisto de tijeras y tizas de colores,
dibuja una España federal compuesta de estados que nunca lo fueron.
La Constitución reconoce ya la existencia de nacionalidades
históricas españolas, pero sólo él sabe cómo pueden federarse
con comunidades autónomas que se inventaron literalmente hace menos
de cuarenta años. El dilema que los constitucionalistas resolvieron
por consenso y aclamación popular parece pasado de moda y los
sastrecillos valientes se aprestan a cambiarnos el buen paño por
tejidos de fibra sintética. Volver al "café para todos" ideado
por la UCD es como tropezar por segunda vez en la misma piedra. Solo
entiendo una forma de articular el invento: federar a España con el
País Vasco y Cataluña y estudiar fórmulas federalistas para
integrar saludablemente en el conjunto a Galicia y Andalucía.
Convertir a todas las comunidades autónomas actuales en estados
federados me parece un desatino monumental. En el caso de que Sánchez
y su PSOE renovado tuvieran ya claro cómo se resuelve el galimatías,
vístase el maniquí con su nuevo ropaje y expóngase en el
escaparate nacional.
Aquí
andan todos, ya digo, con la aguja y el hilo entre los dedos. Algunos
presidentes regionales, como la Cospedal, ya se han colocado su
chaqueta a medida, modificando para ello sus leyes electorales. Otro
que anda con el costurero entre las piernas es el Muy Honorable
Presidente Mas. Acaba de darle la última puntada a su terno de
consultas populares y lo estrenará en la fiesta secesionista que
organizan sus palmeros políticos. Se había probado, dice él, todo
el vestuario constitucional que guardamos en el armario y todo le
quedaba pequeño. Por eso mantiene trabajando a destajo a todas las
costureras separatistas que sufraga con dinero público, como si
pretendiera uniformar con sus ensoñaciones disparatadas a todo un
pueblo. Lo dicho, con tantos modistillos y modistillas encerrados en
el taller, España habita entre costuras.