Harto de butifarra y pan tumaca
miércoles 17 de septiembre de 2014, 10:01h
Yo no sé ustedes, pero yo estoy, hablando mal y pronto,
hasta los mismísimos de la llamada cuestión catalana. Llevamos meses con la
murga independentista de Arturito Mas y su referéndum y lo que te rondaré
morena porque hasta.que decidan o no sacar las urnas a la calle, si es que el
Gobierno y los tribunales llegan a permitírselo, al resto de los españoles nos
queda aguantar carros y carretas. Personalmente, en estos momentos cambio de
emisora o de canal de televisión cada vez que los tertulianos de turno se ponen
a dabatir y a darle vueltas y más vueltas a lo mismo. Como decimos por aquí
abajo es que son unos jartibles, más que el tío del tambor. Y ya verán lo que
nos espera como los escoceses consigan independizarse del Reino Unido el día
18. Vamos a salir de nacionalistas catalanes, de diadas y de esteladas hasta la
mismísima coronilla. Parece que estoy viendo. a Mas y sus amigos de
Esquerra Republicana de Catalunya echándose a la calle en Canaletas y Las
Ramblas para celebrarlo como si el Barça hubiese ganado la champion ligue. Ya
veremos lo que ocurrirá cuando el Barça se tenga que enfrentar al Cornellá, al
Sabadell y el Palu Tordera en la Liga catalana.
Han tardado casi cuarenta años, pero estos lodos se vienen fraguando desde que,
primero a Josep Tarradellas y después al ex muy honorable Jordi Pujol,
la UCD de Adolfo Suárez y su café para todos les permitió creerse por
encima de cualquier otra autonomía. Unos polvos que han ido calando en la sociedad
catalana y, sobre todo, en los hijos de los charnegos andaluces, extremeños,
murcianos o gallegos que lograron con su trabajo situar a la economía catalana
al frente del Estado y que los distintos gobiernos de la nación, tanto del PSOE
como del PP, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y José
María Aznar incluídos, han alentado cediéndoles competencias, recursos,
dádivas y financiación a cambio de apoyos puntuales. Lo de Mas era la
consecuencia lógica de este despropósito alentado por un nacionalismo rancio
que pretende cerrar sus fronteras a España y a esa Europa en la,
afortunadamente, que cada día desaparecen más aduanas. En fin, allá ellos con
sus filias, fobias y traumas existenciales. A mi, desde luego, no me van a
amargar la vida. Que se beban todo el cava que quieran y que se agarren un
atracón de butifarra y pan tumaca, que aquí abajo tenemos nuestro jerez,
nuestra manzanilla, nuestro aceite de oliva, nuestras gambas de Huelva y
nuestro jamón de Jabugo que le dan cien vueltas a sus espetec de Casa
Tarradellas y hasta al mismísimo menú minimalista y estratificado de Ferran
Adriá.
Hecha esta introducción, necesaria ante el hartazgo catalanista que nos invade,
y ante la próxima cita electoral de las municipales en la primavera de 2015,
quisiera romper una lanza por ese proyecto que ha lanzado el Gobierno de que
gobierne la lista más votada. Dados los precedentes que hemos tenido en
diversas capitales andaluzas con los ejecutivos sociocomunistas como el
liderado por Monteseirín y Rodrigo Torrijos en Sevilla, de tan
ingrato recuerdo para todos, no me parecería mal que se reformara la ley
electoral para que hubiese una segunda vuelta entre los dos candidatos más
votados y que ganase el mejor de ellos. No sé por qué los socialistas de Pedro
Sánchez han puesto el grito en el cielo ante esta propuesta porque,
evidéntemente, si alguien puede salir beneficiado por ella son los dos grandes
partidos, el PP y el PSOE, evitando quedar presos durante cuatro años por otras
fuerzas minoritarias que, como ocurre actualmente en la Junta de Andalucía,
condicionan y mucho las políticas de sus socios de Gobierno. Que se lo
pregunten si no a Susana Diaz. Además también se evitaría con ello que
algunas peligrosas fuerzas demagógicas emergentes como el Podemos de Pablo
Iglesias pudiesen llegar a ser la llave de la gobernabilidad de muchos
ayuntamientos españoles con lo que ello lleva de peligro para la estabilidad.
Por lo demás, estos días del primer aniversario de la gran Susana al frente de
la Junta transcurren placidamente sin que su particular mosca cojonera, la juez
Mercedes Alaya, haya vuelto a sacar nuevos autos de imputación sobre los
EREs fraudulentos o los falsos cursos de formación. Muy callada está y eso
suele ser peligroso. Ya veremos si no no sorprende con otro bombazo el día
menos pensado. Algunos están tentándose la ropa por lo que pueda venir.