lunes 25 de agosto de 2014, 08:08h
Este
es un verano abundante en temas informativos de primera plana de diferente
clase: Corrupción, economía, emigración, enfermedades, etc. Pero el gran tema
de dimensión universal es el desafío del "yihadismo" y otras fieras
manifestaciones del fundamentalismo islámico, que mantiene abiertos escenarios
bélicos en Siria, Irak, Libia, Palestina, Afganistán o cualquier otro lugar
donde la deficiencia de los poderes públicos ha permitido el despliegue de sus
filiales fanáticas. No se trata de un problema circunscrito a las áreas
geográficas del mundo islámico sino de una amenaza proyectada contra todo el
que llamamos mundo occidental, con un eufemismo que encubre la raíz de las
sociedades basadas en valores humanísticos cristianos. Un mundo al que no basta
en calificar como democrático pues el vulgar uso del término lo ha desprovisto
de su significado sustancial. Si democrática es cualquier cosa que ha sido
impuesta por una mayoría atemorizada de votantes en un espacio determinado,
aunque sea pecando contra la vida, el libre albedrío, la igualdad de los sexos
o de las razas, el adjetivo nos sirve de poco.
En
primera línea de las amenazas está Europa, no solo por razones de proximidad
geográfica sino porque el desplazamiento de grandes núcleos de población
procedente de las capas más sensibles, precisamente por el desarraigo y la
desesperación que las ha llevado a dicho desplazamiento, a cualquier
predicación de odio y resentimiento contra la sociedad infiel visible como mejor
instalada, lo que hace que sea en el interior de Europa donde tienden sus redes
de reclutamiento los pescadores del terror. Dentro de este espacio crítico,
entre el norte de África y el sur de Europa, España no es solo un puente de
paso sino un obsesivo motivo de odio reivindicativo que, en algún grado, está
favorecido por los engaños del "buenismo", la falta de sentido de la defensa y
el relajo de los valores históricos de la españolidad entre los propios
españoles que viven en la peligrosa somnolencia de ciudad alegre y confiada,
donde se cree que lo que se tiene se tiene porque se merece, sin necesidad de
esfuerzo ni fortaleza para mantenerlo.
Un
día nos cuentan que un ciudadano español llamado Mustafá Maya Amaya dirigía
desde Melilla una de las redes de reclutamiento que el Ministerio del Interior
consideraba más peligrosa. Otra, más recientemente, funcionaba en Ceuta al
servicio del grupo Estado Islámico, emanado de los gérmenes de Al Qaeda. El
carnicero Mohamed Handuch, que ha posado con las cabezas cortadas de sus
enemigos antes de que un británico enmascarado degollase a un periodista ante
la televisión, resulta estar casado con una española. Las jovencitas detenidas
en la frontera hispano-marroquí camino de integrarse en las filas yihadistas
eran de nacionalidad española. Son detalles que alertan de que la amenaza del yihadismo
que degüella, crucifica y ahorca como métodos de convicción tiene en España un
plus especial de peligrosidad y de cercanía. Otros yihadistas aparecieron no
hace mucho con un mensaje difundido por internet como portavoces del tal Califato
o Estado Islámico, hablando en un español aprendido durante estancias aquí, con
el mensaje de: "España es tierra de nuestros abuelos y nos vamos a abrirla". No
es un lenguaje pintoresco sino el mismo lenguaje que en otros siglos provocó la
contestación de: "Santiago y cierra España". Abrir España es una acepción de un
verbo árabe usado para describir las invasiones territoriales que intentaron no
sus abuelos ni tatarabuelos, pero sí otros islamistas que costó Dios y ayuda
devolver a su casa, tras mantener a los españoles, cristianos, latinos y
visigodos, en estado permanente de guerra e inseguridad durante ocho siglos.
Estos
elementos retardatarios de la historia de la humanidad que permanecen anclados
en anacronismos sociales, económicos y culturales remotos, actúan dotados de
armamentos repugnantemente cedidos por el mundo industrializado ya que, por sí
mismos, no son capaces de fabricar ni un reloj de pilas. Pero su amenaza
debiera ser un factor a tener en cuenta para que los españoles comprendan la
necesidad de sobrevivir fuertes y unidos y no tragarse las fantasías de los
tontainas del nacionalismo que creen que las fronteras pueden trazarse a gusto
del consumidor y mantenerse por la benevolencia ajena Al Ándalus no es
Andalucía, habría que explicarles a esos tontainas de la fragmentación y el
buenismo que se preocupan por el culto en la mezquita de Córdoba, sino España
entera, "el paraíso perdido de los musulmanes", como afirmaba en una
declaración Al Qaeda. También es Al Ándalus Barcelona "perla del mediterráneo"
y hasta la Guipúzcoa donde mangonea Bildu. Así, este peculiar verano, un
simpatizante yihadista pudo exhibir un cartel en la playa de La Concha de San
Sebastián de apoyo al Estado Islámico y no lo firmó en euskera sino en español:
"San Sebastián. Al Ándalus". Como una futura dirección postal. Para que vayan
tomando nota los tontainas del derecho a decidir que creen que sus libertades
se defienden con la guardia municipal. Para todos los terroristas España es
indiscutiblemente una y su unidad es la fortaleza a batir de todos los
terrorismos como nación entera de ciudadanos libres que se opone a sus atroces
proyectos. Visto lo que estamos viendo, nadie sueñe que si los muros de la nación
se agrietan va a venir nadie de fuera a defendernos.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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