La confianza y la conciencia
domingo 03 de agosto de 2014, 10:02h
William Faulkner
escribió que "se puede confiar en las malas personas, no cambian
nunca". Aunque siempre hay que dejar un hueco a la esperanza, la
verdad es que cuando alguien consigue engañar todo el tiempo a todo
el mundo, se confirma la tesis del gran escritor americano. A mí me
interesa el tránsito vital de esas personas que se ganan la
confianza de todo el mundo, que se convierten en hombres de valores,
diálogo y pacto, personas en las que se puede creer, lleven o no el
título de honorables -como si los demás no lo fueran igual o más-
y que acaban precipitándose en un agujero negro tras demostrarse que
han mentido durante décadas, han incumplido sus juramentos y han
sido indignos de la confianza que muchos les dieron.
¿Fueron siempre
falsos, mintieron siempre, crearon un personaje que no eran?
¿Creyeron que podían engañar a todos? ¿Es posible vivir
engañándose a sí mismos y a todos los demás, dando lecciones a
diestro y siniestro, hablando de principios, ellos que son capaces de
exigir a otros lo que no cumplen? ¿Dónde escondieron su conciencia?
¿Se puede dormir a pierna suelta anestesiando la conciencia? Da la
sensación de que algunos lo consiguen plenamente. Aunque nos han
enseñado que el peor juez es la voz de la conciencia de uno mismo,
los hechos se empeñan en desmentirlo. Un escritor polaco de origen
judío, Stanislav Jerzy Lec, escribió de alguien que "tenía la
conciencia limpia, no la usaba nunca". No sé si es el caso de
todos los corruptos que medran aprovechándose de la confianza de
otros ni si cuando se meten en la cama, tienen algún remordimiento.
Casi siempre todos tratamos de contarnos la película de nuestra vida
con una cierta indulgencia porque es difícil enfrentarnos a nuestros
propios errores y siempre tratamos de vernos en el espejo un poco
mejor de lo que somos. Lo malo es cuando algunos tratan de verse, se
ven y hacen que les veamos de la forma opuesta a como son de verdad.
¿Nadie de tantos
como están a su lado se dan cuenta de lo que está pasando? No hablo
sólo de Jordi Pujol y su familia porque sólo a los que se tapaban
los ojos les ha podido sorprender. Hablo de Bárcenas, de Fabra, de
Baltar, de los responsables de la Junta de Andalucía, del escándalo
de los cursos de formación y de muchos más casos desde que
estallara Filesa o de los fondos reservados en el Ministerio de
Interior socialista, que ahora nadie quiere recordar. Si se quiebra
la confianza y se anestesia la conciencia, los hombres, que estamos
aquí para hacer el bien, somos capaces de casi todo lo peor. Sin
confianza, la democracia auténtica es casi imposible. Decía Juvenal
que "el primer castigo del culpable es que su conciencia lo juzga y
no lo absuelve nunca". Por si acaso, la Justicia debería ser
implacable.