(Articulo de Lorenzo Amor publicado el domingo 27 de julio en ABC y que recogemos por la importancia de lo que dice nuestro colaborador)No hay quién
ponga en duda que las cosas en España han cambiado mucho en los
últimos 36 años. Y muchísimo más si tomamos como referencia la
Primera Internacional de los Trabajadores en 1864, nacida como efecto
necesario de los desmanes laborales surgidos a raíz de la revolución
industrial. Y tomo estos dos puntos de referencia para hablar un poco
del
estatus quo en el que se mueve hoy en día el diálogo social. Es
evidente que en los primeros años de la democracia parecía
necesario establecer un juego de fuerzas basado en los sindicatos
mayoritarios y en una patronal que nació precisamente de la
necesidad de encontrarles un interlocutor a las históricas centrales
sindicales, un
partenaire para poder tener alguien con quién
negociar. En 1976 España estaba por hacer y se eligió un modelo de
diálogo social muy acorde con la estructura económica que se
consideraba adecuada en aquel momento y no muy distante de aquella
que funcionaba en el S.XIX, es decir, un diálogo articulado bajo
tres únicos actores: las administraciones, las empresas englobadas
en la CEOE -nacida
ex profeso para cumplir ese papel-- y los
sindicatos herederos de los ideales surgidos un siglo atrás.
Pero España
se ha consolidado ya como un país democrático y su estructura
socioeconómica ha cambiado mucho. La composición del PIB es muy
distinta a la de 1976. Las empresas ya no son como las de antaño, se
han trasformado y modernizado, y los trabajadores, pese a que
siempre pueden mejorar sus condiciones laborales, gozan de derechos
que hace siete lustros eran impensables. No voy a ser yo quien ponga
raparos a aquel modelo de diálogo social que verdaderamente jugó su
papel y dio sus frutos, pero pienso que hoy ha quedado obsoleto,
anticuado, sobre todo desde la irrupción del trabajo autónomo, de
los profesionales independientes. Y esa irrupción no es el efecto de
que se estén despidiendo a asalariados para convertirlos en
autónomos como intentan explicar los sindicatos aferrados al esquema
decimonónico de que sólo deben existir empresas y asalariados.
Según el Mapa del Emprendimiento en España 2014 elaborado por 'The
South Summit', sólo el 5% de los emprendedores declara que se ha
hecho autónomo por necesidad y únicamente el 9% se encontraba en
situación de desempleo. España ha cambiado su modelo productivo con
la aparición del trabajo autónomo, como ya lo hizo hace muchos años
EEUU y bastantes países europeos. Algo sobre lo que los responsables
y protagonistas del diálogo social deberían empezar a reflexionar.
Entiendo que
introducir cambios en un sistema consolidado en viejas leyes y normas
tácitas es misión complicada. Entiendo también que muchos se
resistan a aceptar la transformación que ha sufrido nuestro modelo
socioeconómico. Y entiendo que a muchos les cueste salir de la zona
de confort en que se encuentran dentro de este diálogo social. Pero
el problema es que, con el actual esquema, se rebaja a una segunda
categoría a más de 3,1 millones de trabajadores que, a su vez
emplean a 800.000 asalariados y que representan el 20% del PIB.
Y esto no ha
hecho más que empezar porque cada día hay más autónomos,
afortunadamente para España. En el 2020 uno de cada tres ocupados en
el sector privado será autónomo y tendrá su propio negocio o
actividad profesional. Ni la sociedad, ni la clase política, ni la
legislación, ni los agentes económicos o sociales, están todavía
preparados para este cambio que se avecina. Las empresas ya buscan
una mayor competitividad externalizando servicios que antes les
costaba mucho más dinero tenerlos dentro de sus estructuras. En
pocos años el panorama laboral de España será como el de otros
países: con empresas, asalariados y autónomos. Un país en donde,
de una manera mucho más natural, la gente decidirá si quiere ser
trabajador por cuenta ajena o profesional independiente.
Los dos
sindicatos mayoritarios deberían ser los primeros interesados en que
haya más voces en las mesas y en los foros porque ya no representan
al 100% de los ocupados. Las grandes patronales tampoco cuentan entre
sus filas con los autónomos porque se ha demostrado que apenas si
llegan a entender sus problemas y los autónomos huyen de ellas
porque se ven ignorados frente la gran empresa. Como ejemplo, una
patronal a nivel nacional de las llamadas "representativas" como
Cepyme ingresó el año pasado por cuotas de sus asociados 1,9
millones de euros, mientras que otra organización nacional como la
Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos-ATA,
ingresó de sus socios 2,4 millones de euros. El presupuesto de
Cepyme y el de la principal organización de autónomos, la
Federación ATA, son similares y, sin embargo, los representantes de
Cepyme sí pueden sentarse en el diálogo social y la Federación de
autónomos no. Seguramente por costumbre, por derechos adquiridos que
vienen de la transición y que algunos quieren perpetuar en el tiempo
sin darse cuenta de que las cosas han cambiado. Pienso que, en esto,
también tienen mucha responsabilidad los gobiernos y las
administraciones, porque tampoco parece que muevan un dedo para
transformar algo que a las otras dos partes de ese diálogo social
tanto les favorece, también a nivel de subvenciones.
Todo esto me
lleva a pensar que es necesaria otra gran reforma pendiente: la de
dar de una vez voz a las organizaciones de autónomos en igualdad de
condiciones con los antiguos y desfasados protagonistas del diálogo
social. Para que puedan opinar sobre lo que les afecta, para que
puedan aportar su visión de la nueva economía que se está
cerniendo sobre el país, para que puedan exigir mejoras para su
colectivo. No en mesas aparte, no en despachos diferentes, no como
una especie de concesión a un colectivo que no se le tiene mucho en
cuenta. Sino a la luz del día, con pleno derecho, con plena
responsabilidad. Porque lo demanda la realidad actual, porque lo
exige el sentido común, porque es necesario por un mínimo de
justicia. Será entonces cuando el diálogo social refleje a la
verdadera sociedad donde vivimos y los autónomos podremos aportar
nuestro grano de arena para que el país avance.
Lorenzo Amor Acedo
- ATA: entrevista en exclusiva a Mariano Rajoy