domingo 27 de julio de 2014, 13:31h
Lo malo no es que
haya en España más aforados por metro cuadrado que en ningún otro
lugar del mundo ni que tantos reclamen inmunidad para hacer lo que
quieran sin ser responsables de nada. Lo grave es la impunidad que
transmite el comportamiento de muchos de los que tenían que ser
irreprochables. El último caso es, sin duda, el de Jordi Pujol, el
molt
deshonorable,
el de su familia y el de otros políticos catalanes que sabían y
callaban, que han venido exigiendo a los demás actitudes éticas y
denunciando actos delictivos también de los demás, mientras
escondían los suyos. No es sólo el comportamiento de personas como
Pujol, situado siempre por encima del bien, como un verdadero ser
superior -mucho más que Florentino, como dijo Butragueño, mucho
más que Zapatero-dios, como dijo Blanco, o mucho más estratosférico
que el mismo Zapatero, como dijo la miembra
Bibiana Aído-, sino el de otros muchos que de la política pasaron a
la empresa o a las Cajas de Ahorros, dejaron lo que gestionaban como
un erial y siguen paseándose como si hubieran sido víctimas y no
responsables-culpables.
La pérdida de la
confianza en los políticos está basada en la impunidad con la que
actúan, en la falta de diálogo con los que representan, en el abuso
del poder y de los mecanismos que tienen en sus manos -el dinero de
los contribuyentes y el BOE, especialmente-, en la falta de
mecanismos de control eficientes -una ineficiencia casi siempre
intencionada y "legalizada"- pero sobre todo en que no tienen que
rendir cuentas salvo que algún medio de comunicación no domesticado
se empeñe en investigar lo que quien debe no investigará ni
perseguirá nunca.
Decía Ortega ("La
rebelión de las masas") que el mayor peligro que hoy amenaza a la
civilización es "la estatificación de la vida, el
intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad
social por el Estado... A esto lleva el intervencionismo del Estado:
el pueblo se convierte en carne y pasta que alimentan el mero
artefacto y máquina que es el Estado. El esqueleto se come la carne
en torno a él. El andamio se hace propietario e inquilino de la
casa". Muchos de los que están en el poder, y que seguramente
llegan a él con las mejores intenciones, acaban compartiendo lo que
Mussolini decía: "Todo por el Estado, nada fuera del Estado, nada
contra el Estado", pero sólo cuando el que manda es el dueño
único del Estado.
Ejemplos como el
Jordi Pujol, 34 años al menos engañando a todo el mundo y una
vocación insobornable de que eso no tenga consecuencias, dan cancha
a los populismos que acabarán convertidos en "casta" y
aprovechándose de la impunidad del poder. Ya verán ustedes cómo
los que también han abusado del poder tampoco piden perdón ni
rectifican sino que utilizan el error de Pujol para aniquilarle a él
y a los suyos. Decía Sófocles, y ya ha llovido desde entonces, que
"un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de
hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo".