Hace años, durante una cena
mano a mano con
Josep Antoni Duran i Lleida, aventuré que él podría llegar a
presidente del Gobierno central. Eran los tiempos finales del 'felipato'; la
credibilidad de
Felipe González se derrumbaba y la sombra de
José María Aznar
se adivinaba en lontananza. Y fue precisamente en la primera Legislatura del
'aznarato' cuando, en un movimiento lleno de realismo, el inquilino de La
Moncloa ofreció varios puestos en su Gobierno a miembros de Convergencia i
Unió. En concreto, se comentó entonces que Duran podría ocuparse del Ministerio
de Exteriores o, incluso, de una vicepresidencia del Ejecutivo central. Creo
que hubiese sido una gran solución, que acaso hubiese evitado muchas heridas.
Pero
Jordi Pujol, que era el que mandaba en la Generalitat y en Convergencia (y
un poco en Unió), se negó. No permitió a Duran el viaje permanente a Madrid, y
el líder de Unió siguió siendo 'el hombre del Palace', el diputado más
brillante, que, sin embargo, cuando subía al atril en los grandes debates, se
veía desertado por sus compañeros diputados, que salían a los pasillos, tal vez
para certificar aquello de que España es un país en el fondo, y en la forma,
bipatidista.
Duran ha dado un portazo en las
narices de
Artur Mas cuando el
molt honorable president de la Generalitat se
encuentra en momentos de mayor dificultad y debilidad, en vísperas de un
encuentro, que debe ser muy importante, con
Mariano Rajoy. El líder de Unió
estaba harto de Mas, y así se lo ha confesado a quien quisiera oírlo, y más que
harto de algún lugarteniente de Mas, específicamente del influyente portavoz
Francesc Homs, con quien ya ni se hablaba. No ha roto del todo las amarras el
veterano democristiano catalán, que lleva treinta años en política: sigue en su
escaño en Madrid y en la jefatura de Unió Democrática de Catalunya, un partido
histórico, pero pequeño, que tiene el alma dividida entre el nacionalismo
moderado y el secesionismo doliente. Tenía que dar este paso, tras un período
de críticas en privado que muchos hemos escuchado. No podía, el hombre que
escribió 'Entre una España y la otra', seguir en la cuerda floja, tratando de
tender puentes, de contentar a unos y a otros, de hacer 'lobby' quién sabe a
favor de quién, en la capital y colocarse la barretina en Barcelona.
Quién sabe cuál será ahora la
deriva de Durán. Para quienes creemos en una España unida, alejada de los
riesgos separatistas -que tan malos son para la marcha del país--, la decisión
ahora concretada, abandonando la secretaría de la coalición CiU, va a redundar
en resultados positivos, y no para la coalición, precisamente. Duran predica
una 'tercera vía' que acabará imponiéndose sobre los inmovilistas y los
secesionistas, que tan malos resultados han venido obteniendo hasta ahora. Lo
de Durán es un hecho relevante en un proceso que tiene que encauzarse: ahora,
cuando pise tierra firme, el líder de Unió tiene una gran labor por delante.
Mucho más importante, quizá, que si hubiese, como le profeticé erróneamente,
sido presidente del Gobierno central.
-El blog de Fernando Jáuregui:'Cenáculos y mentideros'