La 'pregunta' para Mas y Rajoy
sábado 19 de julio de 2014, 17:51h
Después
que el president Artur Mas anunciara que estaba dispuesto a negociar
la pregunta y la fecha de la Consulta, en la próxima reunión con el
presidente Mariano Rajoy, podría sugerirse que se convocara un
concurso publico, abierto a todo el mundo, sobre qué 'pregunta' es
la más adecuada para proponer en aquel encuentro.
Como
escribía aquí mismo, ya hace muchos meses, los más creíbles
parecen, todavía, quienes piden la independencia y quienes se
oponen. Los otros son, a menudo, malabaristas de las palabras. Esto
no solamente es aún válido ahora, sino que hay que añadir nuevas
consideraciones. Ya no se juega sólo con las palabras, sino también
con la pregunta -o preguntas- de la anunciada Consulta.
Quienes
van a favor de la independencia de Catalunya y quienes van en contra
juegan más claro. Dicen las cosas por su nombre. Los otros juegan
con la gente. Dicen a menudo lo que no piensa y piensan lo que no
dicen. Hacen juegos de manso, con las palabras y también con las
preguntas.Y así -como decíamos- el circo continúa. Prensa, radio y
televisión catalanas no hablan de otra cosa, y la opinión pública
está más confundida y perdida que nunca.
Quienes
tendrían que orientarla no hacen sino distraerla de los problemas
reales y confundirla. Hablan a los ciudadanos del "derecho a
decidir", del "derecho a votar", del "referéndum necesario",
de la "consulta ineludible", pero estos no saben sobre que tienen
que "decidir", "votar", "*refrendar" o "ser
consultados", ni la manera como tendrán que hacerlo. Sólo lo
tienen claro, según parece, los independentistas y los
antiindependentistas más radicales. Ni el president Mas, como se ve,
no lo tiene demasiado claro, puesto que ahora quiere negociar lo que
pactó.
Esto
de "decidir", "votar", "referéndum" y "consulta"
nació del deseo y la voluntad de independencia de amplios sectores.
Por eso sus defensores y sus detractores lo tienen tan claro. Los
otros han subido al carro de esta movida, por oportunismo, a golpe de
manifestaciones multitudinarias y ambiguas, que han visto. o querido
ver, como una gran marea que se lo lleva todo ninguno adelante.
Y
llegado el momento de concretar para ser eficaces, todo son
discrepancias, palabras vacías o de doble sentido, o de muchos
sentidos. No saben cómo compaginar el deseo con el oportunismo, el
iIusionismo y el realismo. Posibilidad real con posibilidad virtual.
Estamos
en democracia -más o menos imperfecta o inacabada-, pero en un
sistema democrático de derecho que costó mucho de conseguir y que
hará falta, ciertamente, perfeccionar y acomodar a los cambios
sociales. Pero el sentido común nos dice que no se puede lanzar todo
por la borda, con estallidos de entusiasmo, animados desde instancias
interesadas, que incluso pueden aparentar sentimientos mayoritarios,
más que razonamientos sensatos. Las movidas no siempre suelen ser
las mejores expresiones democráticas.
Invocar
legitimidades es lícito y razonable. Pero hay muchas legitimidades.
El marco constitucional tiene que incluir cuantas más mejor, porque
todas son respetables. Pero, en un Estado democrático de derecho,
como el actual, la primera legitimidad es la establecida en su día
por la voluntad popular de manera legal y democrática. Hay que
tenerla en cuenta, aunque sea para querer modificarla o cambiarla en
su formulación politico-jurídica.
De
aquí viene el enrevesado problema de formular definitivamente la
'pregunta' para la famosa Consulta, que no parece se pueda celebrar
como tal.
Si
la consulta -sobre la opinión, el deseo o la voluntad- se
plantea entre independencia o no independencia, el simple hecho de
formular esta disyuntiva, es decir, de considerar la independencia
como una posibilidad real, ¿no supone admitir de hecho el carácter
soberano del pueblo catalán, como ya se proclamó en la Declaració
del Parlament, recorrida ante el Constitucional y *anullada por este?
Una
pregunta así difícilmente podría no ser también recorrida, puesto
que admite, implícitamente, la hipótesis de la secesión de
Catalunya, contraria a la letra y el espíritu de la Constitución,
que -guste o no- consagra la "unidad y soberanía" nacional
de española.
Por
lo tanto, mientras no se reforme la Constitución vigente, este tipo
de pregunta no podrá prosperar, ni por el artículo 92 ni por el
150.2, ni por ningún otro, por mucho que esto se venda como viable.
Ni tampoco en la próxima reunión Mas-Rajoy, con muy poco margen de
maniobra. Ni incluso, gobierne quién gobierne, en el caso de una
hipotética modificación del texto constitucional, puesto que este
punto de la "unidad y la soberanía" siempre será considerado
esencial. Contra esta situación no cabría más que una rebelión de
final incierto. ¿Quién la quiere?
En
esta situación de estancamiento y desorientación, la propuesta de
'pregunta' presentada por el nuevo secretario general de los
socialistas catalanes, Miquel Iceta, parece muy razonable e incluso
viable.
Es
la formulada de siguiente manera: "¿Quiere que el Govern de
Catalunya negocie con las instituciones del Estado un acuerdo que
garantice el reconocimiento del carácter nacional de Catalunya, un
pacto fiscal solidario y el blindaje de las competencias en lengua y
cultura?"
Es
el texto -hasta ahora el más realista- que debiera de estar sobre
la mesa en la esperada cumbre de Rajoy y Mas. Es una propuesta
razonable, popularmente intelegible, jurídicamente admisible y
políticamente aceptable. Y una buena oportunidad, que convendría no
desaprovechar,