Los dos son sextos y tienen mucho
futuro. Uno,
Mohamed, lleva más tiempo en el trono marroquí, 15 años; otro,
Felipe, acaba de acceder a la Jefatura del Estado en España. Ambos son
conscientes de la necesidad de entenderse y encabezar las relaciones entre dos
países vecinos que viven un momento excelente, sin olvidar algunos problemas
importantes que hay que solucionar. El monarca alauí ha querido transmitir con
gestos relevantes, que dispensa a Felipe VI un trato preferente, como hizo el
pasado año, en el mes de julio, con la visita de
Juan Carlos I. En la sociedad
marroquí las iniciativas del Rey no pasan desapercibidas para el conjunto de
sus ciudadanos, ni mucho menos para los dirigentes políticos y empresarios.
Recibirle con su familia en la escalerilla del avión en el aeropuerto, que la
visita se realice en pleno mes sagrado del Ramadán y que la duración no se
limite a unas horas de cortesía de presentación, sino que hay reunión entre los
soberanos, cena de ruptura del ayuno, reuniones políticas con el primer
ministro y los presidentes de las dos cámaras legislativas, visita al mausoleo
de Mohamed VI y a centros de formación profesional para mujeres y, en el programa paralelo para la reina
Letizia y la
princesa
Lalla Salma, a una institución de lucha contra el cáncer.
El
intercambio comercial entre los dos países sigue incrementándose en todos los
sectores económicos con la novedad del desbloqueo del acuerdo de pesca entre
Marruecos y la Unión Europea que permite a un centenar de pesqueros españoles
faenar en aguas marroquíes y la búsqueda de petróleo cerca de las islas
Canarias. Felipe VI cumple lo que debe convertirse en más que un ritual,
mantener una buena química con Mohamed VI que represente una garantía para
poder solucionar los problemas cuando se presenten. En asuntos tan delicados
como la inmigración irregular, la lucha contra las mafias del tráfico de
personas, drogas y armas y la cooperación antiterrorista existe una sintonía de
colaboración estrecha. En el caso del Sáhara Occidental, el gobierno español ha
ido acercando posiciones, en su neutralidad, a una solución negociada en el
marco de Naciones Unidas con propuestas marroquíes de amplia autonomía mientras
que la reivindicación de Ceuta y Melilla ha pasado discretamente a un segundo
plano.
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