La
verdad es que el título de Excelencia Gallega tendría que haberlo recibido mi
esposa, Mercedes, porque además de Excelente, es Gallega, pero en fin, un servidor además de
gallego consorte, es hijo del Bierzo, y eso es como ser sobrino de Galicia.
Todo el mundo conoce aquel dicho,
Galicia
la huerta, Ponferrada la Puerta, y muchos bercianos la cruzamos, atraídos y
fascinados por esa querida esquina verde que mira al Atlántico.
Agradezco
además el privilegio de recibir el título de Excelencia Gallega, porque quien
otorga este galardón es la Asociación de Empresarios Gallegos en Cataluña, una
entidad que reúne a numerosos empresarios nacidos en Galicia y que constituye
uno de los motores de la prosperidad, el empuje emprendedor y el entusiasmo por
el futuro que tiene la tierra catalana.
Este
galardón es curioso y muy significativo. Se trata de un premio que me otorgan aquí, pero que habla de
allá. Y eso es lo más hermoso de todo, porque es un premio que dobla en mapa. En
Cataluña hablamos de Excelencia Gallega, y sería hermoso que en justa
correspondencia, en Galicia hablaran de Excelencia Catalana. Doblar el mapa,
acercar distancias, convertir el mundo en un pañuelo y el país en un barrio, es
el ejercicio más integrador que se puede hacer en estos tiempos en que la
crisis de valores nos incita a ser cicateros, mezquinos y estrechos de miras.
El
gallego, como gente bien nacida a la vera del Atlántico suele sentir una
atracción llena de cariño por el Mediterráneo. Ahí tiene razón el refrán: Los
extremos se tocan. Muchos gallegos abandonan su querencia habitual de surcar
las aguas hacia Occidente, y surcan las tierras hacia Oriente. Cuando llegan a
Cataluña se instalan como en su segunda casa. Y no tardan en hacerse notar.
No es
de extrañar que se pueda alcanzar el título de Excelencia Gallega, viviendo en
Cataluña o en cualquier otro sitio de este ancho mundo, porque cada Gallego,
nacido o adoptivo, lleva un trozo de Galicia cosido en los ribetes del alma, y le acompaña en su ancho peregrinar. El
gallego hace lo contrario que los peregrinos que acuden a ver al Apóstol. No
sale de cualquier punto del mundo para llegar a Santiago, sale de Santiago para
llegar a cualquier parte del mundo. El peregrino que hace la ruta Jacobea,
sueña con el
compostela, el campo de
estrellas. El gallego que sale de su Galicia, lleva una parcela de ese
estrellado campo para instalarla allí donde encuentra su nuevo hogar.
El
Gallego en Cataluña no esconde estas raíces, todo lo contrario, las adorna, las
mima, las protege, y hace algo más beneficioso aún, las fusiona. Ha creado aquí
una segunda patria chica, una curiosa
"Galleluña"
donde el
seny convive con la
morriña y el cava comparte mesa con el
albariño. El resultado es efectivo a más
no poder. El gallego en Cataluña se come el mundo con pan con tomate. Prueba de ello es la vitalidad que tiene esta
asociación y el prestigio que rodea a estos premios.
Excelente
etimológicamente significa alto, elevado, y en este sentido, no se puede quejar
el jurado, doy la talla, al menos desde el punto de vista de mi metro noventa y
pico. Pero la otra altura, la excelencia interior, sé que me la tengo que
ganar. Si antes amaba a Galicia, ahora mucho más, porque en cuestiones de
cariño nunca se puede decir basta. Si antes habla de Galicia como el rincón
para ver pasar la felicidad, ahora tendré que precisar que es la quintaesencia
del paraíso. Después de este título, tengo que volver a ganar muchos puntos, lo
sé, no solamente entre vosotros, amigos gallegos, sino también entre mi señora,
porque no se puede defraudar a una gallega que ejerce y además es de Santa
Marta de Ortigueira.
El
gallego es un catedrático en amores. Puede dar lecciones a muchos en amor a la
tierra natal, pero ese apego a sus raíces más íntimas no le ha impedido tener
una amplitud de miras digna de encomio. El gallego sabe combinar el aprecio a su terruño con un
amor universal que no conoce fronteras.
Podemos
aprender mucho de su ejemplo, y prometo seguir sacando buenas notas en esta signatura. El gallego ha recorrido los cinco continentes
para llegar a la conclusión de que como en casa ni hablar. Algo así también
hizo aquel catalán universal, que
después de comprobar que
"roda el mon"
concluyó que al final
"torna al born".
Las raíces no nos achatan, todos lo contrario, no elevan. Para ser excelente, o
lo que es lo mismo, alto y elevado, hay que tener bien afincados los pies en
la tierra. Es la gran lección vegetal,
cuanto más alto es el árbol, más profundas son sus raíces.
Vivimos unos tiempos en que estamos obligados
a aprobar la asignatura pendiente del universalismo, en la que se rompen
fronteras, se superan intolerancias y se integran diversidades en un horizonte
común. Por tanto, es hora de estrechar aún más los vínculos que nos hermanan,
porque solo por medio de esta fraternidad es como podemos ahondar en las
peculiaridades de cada uno de los diversos y plurales paisajes que se integran
en nuestra querida tierra.
Solamente nos desarrollaremos mejor, cuanto más integrados y
compenetrados estemos. Que las discrepancias no sirvan para enfrentarnos, sino
para complementarnos, que las diversidades no nos distancien sino que nos
enriquezcan. Con este espíritu recibo el premio, animado a contemplar y admirar
solamente lo que los une, y tirar al río del olvido aquellas diferencias que
nos puedan separar.
Gracias, amigos.
Lea también:-
Nuestro colaborador Luis del Olmo, Premio Sénior del Año