viernes 04 de julio de 2014, 09:22h
Porque había
patos. Por los jardines de Prado del Rey, entre los coches que buscaban un
hueco para aparcar. Tenían, creo recordar, hasta un pequeño estanque propio.
Pero el caso es que había patos en RTVE y siempre sospeché que su desaparición
repentina fue el principio del fin. Los patos no llevaban "cipol" y nadie supo
contestarme nunca, pese a mi insistencia en preguntar, si aquellos bichos
pertenecían a TVE, a RNE o al "ente". Debió de haber un conflicto de intereses
de forma que a los pobres patos les aplicaron un ERE definitivo sin negociación
previa y vaya usted a saber dónde andan ahora, seguramente disfrutando de los
paraísos del señor de las aves.
Lo malo es que
cuando quitaron los patos nadie pensaba que lo siguiente en caer eran dos ajustes
de plantilla muy amplios que,
teóricamente, iban a dejar a la vieja dama reducida a su tamaño perfecto. Pues
ya se ve que no, porque el "descanse en paz" se lo dio por sorpresa una mañana
la vicepresidenta de ZP, María Teresa Fernandez de la Vega, que ordenó quitar
la publicidad de TVE de un día para otro.
¿Cómo se iban a financiar la 1, la 2, 24h, TD, el canal internacional,
las cinco emisoras de RNE, la Orquesta, el Instituto...? La publicidad de TVE era
la gran ubre de la que vivía tanta gente y sustituir los anuncios con un plan
absurdo de financiación exigiéndola, además, una programación seria, cultural,
alternativa y toda esa literatura que luego desemboca en "El pueblo más
divertido" (ay), era anunciar el final de aquella vieja dama esquilmada por
tantos, vendida, estafada y hasta humillada con programas que no tienen
publicidad pero si patrocinios siempre que no se note mucho y con equipos
directivos que venían de lejos, del negocio puro y duro y durante el tiempo que
ocupaban la poltrona se preocupaban más de dejar amigos agradecidos y bien
pagados para su propio futuro que de apretar las tuercas a unas productoras
privadas que no entendías qué pintaban allí, en una casa donde, en todo caso,
sobraban grandes medios y buenísimos profesionales.
Aquella gente no
sentía nada por la vieja dama y disparaban con talones ajenos. Llegaban, tomaban posesión de la cosa y
llenaban los despachos adyacentes de amigos personales. Luego se iban o les
echaban pero los amigos se quedaban ahí, ocupando un lugar y cobrando el mismo
sueldo. Y venía el siguiente y vuelta a empezar. Las productoras externas
hacían el trabajo que tendría que hacerse dentro -y en muchas ocasiones todo lo
ponía TVE y encima pagaba- y se utilizaban empresas privadas para hacer cosas
que toda la vida se habían hecho dentro y muy bien.
Es fácil entender
la debacle de RTVE, incluso era más que predecible desde el momento que un
gobierno socialista se plegara a las presiones de las privadas y dejara sin
publicidad a TVE lo mismo que la dejó sin patos. Y de la misma forma que no hubo alternativa
válida para las aves, tampoco la hubo para financiar los excesos de la vieja
dama, de aquella RTVE que ahora vive su momento más triste porque no supo o no
quiso hacer bien el camino: se quedó con los directivos y echo a los creadores.
Y claro, era lo contrario.