Se
inicia la semana de la renovación en el socialismo, una suerte de campaña
electoral interna en el PSOE en la que
Eduardo Madina,
Pedro Sánchez y, en
menor medida en función de los avales recibidos,
José Antonio Pérez Tapias,
aspiran a ocupar la secretaría general que dejó vacante hace un mes
Alfredo
Pérez Rubalcaba. Un auténtico cambio de rostros se avecina en un PSOE que ya no
tendrá como 'número dos' a
Elena Valenciano, ni a
Oscar López de 'número tres'.
Del PSOE de
Rodríguez Zapatero, de quienes fueron sus ministros, ya no queda
prácticamente nadie en primera fila. Y no digamos ya de quienes acompañaron los
trece años de poder de
Felipe González...
He
seguido de cerca el proceso en el PSOE desde poco después de que, hace ahora
cuarenta años, un 'pacto del Betis' que contaba con fuertes apoyos
internacionales diera fin al 'socialismo histórico' encarnado, en el exilio,
por
Rodolfo Llopis. Fue en el congreso de Suresnes y este mes de octubre se
cumplirán cuarenta años de su celebración: presidido por
François Mitterrand, y
con algunos de sus asistentes forzados a permanecer en la clandestinidad, de
allí salieron los dirigentes socialistas que iban a tomar el poder en 1982 y
que en él permanecerían trece años: Felipe González,
Alfonso Guerra, Enrique
Múgica, Nicolás Redondo, el fallecido Ramón Rubial, Manuel Chaves...Hoy, todos
ellos son casi septuagenarios o, como González y Guerra, han superado los
setenta años. Aunque tanto Guerra como
Chaves permanecen en sus escaños de
diputados, lo cierto es que su influencia ya se ha desvanecido.
Algunos
de ellos participaron recientemente en la 'cena de viejos rockeros' que algunos
personajes que pasaron por gobiernos del PSOE, de Alianza Popular y del PP, así
como de UCD y algún empresario, ofrecieron al rey saliente en un restaurante
clásico de la Casa
de Campo de Madrid. Es una fotografía que ilustra perfectamente un cambio de
era, ese cambio que se concretó en la abdicación de
Juan Carlos I en su hijo
Felipe, o, una semana antes, en la dimisión de otro histórico de la política,
Alfredo Pérez Rubalcaba.
La
carrera por la secretaría general en el PSOE, que sigue siendo, al fin y al
cabo, el segundo partido en importancia de España, hay que contemplarla en ese
marco de renovación y, desde luego, no hay que dramatizarla en exceso. He visto
crisis casi peores en la formación socialista, que se reinventaba en cada una
de ellas: la renuncia al marxismo de González y sus continuas tentaciones
abandonistas; las peleas sin cuento entre 'renovadores' y 'guerristas'; la
bicefalia
Almunia-Borrell, que acabó con la elección, por nueve votos, de
Zapatero como secretario general en un congreso dividido.
Yo
diría que, más que la derecha, que se pega mejor al terreno de lo pragmático,
la izquierda está condenada a reflexionar continuamente sobre sí misma,
definiendo puntos de avance social que luego habrán de ser recogidos por la
derecha. Es su grandeza y su miseria, su debilidad y su fuerza. El PSOE, que
salió con enorme fuerza en los primeros pasos de la transición, se agotó, esta
es la verdad, con trece años de gobierno, del que el partido salió
descalabrado, desmoralizado y desacreditado. El 'fenómeno Zapatero', que
gobernó luego durante ocho años, solo se explica por los errores de
Aznar en
gestionar la terrible tragedia del 14-m y por la lentitud proverbial de
Mariano
Rajoy para ascender peldaños. Pero el PSOE no se había regenerado, no había
digerido del todo el enorme desgaste de todo el llamado 'felipato' de González,
Ahora,
sospecho que al PSOE le aguarda una bastante larga travesía del desierto, salvo
cambios impredecibles en la coyuntura nacional e internacional, en la que ha de
consolidar a su nuevo líder (o lideresa, ya veremos), ha de plantear
sugerencias verdaderamente nuevas para gobernar y representar a los ciudadanos
y proponer soluciones valientes para los retos que España tiene ante sí, la
tentación secesionista de Cataluña en primer lugar.
Desde
ese punto de vista, estoy a punto de decir que no me importa -aunque sí me
importa-quién gane el congreso de finales de julio, En todo caso, gane quien
gane habrá de hacer una ejecutiva de integración que plantee esa nueva era que
parece que reclaman los militantes y los simpatizantes. Y toda la sociedad.
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Chat: envíe sus preguntas a J.A. Pérez-Tapias (lunes 30, a las 18h)-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>