Lo mas importante de lo que será el reinado de
Felipe VI comienza hoy y
las claves de su éxito o de su fracaso están en el discurso que dirigió a
los diputados y senadores en el hemiciclo de la Cerrera de San
Jerónimo. En sus palabras están sus compromisos: de respeto
institucional a cada uno de los poderes del estado y entre ellos, de
forma especial, al Judicial, tal vez pensando en la inminencia del mas
que posible procesamiento de su hermana Cristina por el juez Castro.
Compromiso, también, con una mayor transparencia y una mayor exigencia
ética y moral de la Corona, requisito indispensable para comenzar una
nueva etapa tras los sucesivos escándalos que han azotado a la Monarquía
en los últimos años. Y un mensaje a la nueva generación que don Felipe
representa, la que tiene que coger el testigo de los que hicieron la
Primera Transición de la Dictadura a la Democracia y a la que el Rey
invitó, sin decirlo, a dar el relevo a los que tienen que protagonizar
la necesaria y cada vez más urgente Segunda Transición, la que no tendrá
sobre sus cabezas el fantasma de una historia de España cargada de
asonadas y presiones militares.
La primera intervención política del nuevo Rey cumplió con lo previsto
al tocar todos y cada uno de los temas que conforman las preocupaciones
de los españoles de hoy desde el paro y la situación económica a las
reivindicaciones diferenciales de las autonomías catalana, vasca y
gallega, pasando por el desprestigio de la clase política y la
corrupción. Un discurso medido, bien recitado pero carente de la emoción
del momento histórico que se estaba viviendo, que hubiera exigido más "
literatura" pensando en que pasará a la historia.
Felipe VI tiene una dura y ambiciosa tarea por delante hasta conseguir,
como el mismo ha dicho, el respeto y el cariño de todos los españoles.
Su padre, al que dedicó un emocionado recuerdo muy aplaudido por todos
los presentes en el Congreso, al igual que a su madre - presente en la
tribuna de invitados junto a su hija Elena - que mostraba su emoción al
ver a su hijo convertido en Rey y que ya ha comenzado a realizar cambios
en el propio escudo de su reinado, quitando el yugo y las flechas del
mismo que, si bien procedían de los mismísimos Reyes Católicos, en los
últimos ochenta años se relacionaron con los sectores más duros de la
derecha y del antiguo régimen.
Una nueva historia o un nuevo capítulo de la historia de España ha
comenzado, con tranquilidad y dentro de las normas democráticas. No
podía ser de otra forma pues lo contrario habría sido como un golpe de
estado, un hecho impensable en estos tiempos. Otra cosa es que en algún
momento de nuestro futuro en común habrá que preguntar a los españoles
por la forma de estado e incluso por el estado mismo. Es una exigencia
de las nuevas generaciones que no se pueden dar por cerradas con el acto
celebrado en el Congreso y con la votación de parlamentarios y
senadores. Las esperanzas sobre Felipe VI son muy grandes, tal vez
demasiadas si tenemos en cuenta que el Rey, reina pero no gobierna, y
que gran parte de sus éxitos o fracasos ante la sociedad española
dependerá de los éxitos y fracasos del gobierno de
Mariano Rajoy. Y de
los que vengan a partir del 2015.
Cambios que se notarán de forma rápida en la propia Casa Real y en el
papel y la actitud que adopte la persona que más cerca está y va a estar
del Rey y a la que se la va a observar con especial atención y que no
es otra que la reina
Letizia. Se le comparará con su suegra, la reina
Sofía, y al mismo tiempo se le exigirá que introduzca modos y usos
distintos desde su puesto de reina consorte. Es la segunda española que
llega a ese puesto tras María de las Mercedes, la primera esposa de
Alfonso XII, el resto de las reinas llegaron desde el extranjero y
muchas de ellas con estrechas relaciones familiares de consanguineidad,
sobre todo desde la llegada de los Borbones a España.
Rey y Reina que tendrán que ganarse el respeto y el cariño de una
sociedad que exige a sus representantes mucho más que lo que sus padres
exigieron a
Juan Carlos I y a Sofía. España ha cambiado profundamente,
tiene poco que ver con el país que recibió en 1975 a la recobrada
monarquía y en 1978 a una Constitución en la que el estado democrático
aceptaba la forma de estado que había " gobernado" en nuestro país
durante los anteriores 500 años, con apenas escasos periodos distintos
entre dictaduras y repúblicas. Las primeras pruebas llegarán en el
Congreso del PSOE de finales de julio, en los deseos de Referéndum en
Cataluña y en un año 2015 que será crucial para la configuración
política de gobiernos autonómicos, municipales y del estado. Sobre esas
brasas debe caminar Felipe VI y su inteligencia será la que le evite
quemarse y mantener la institución que representa.
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