El primer Rey sin cadenas militares
martes 17 de junio de 2014, 12:42h
El 20 de junio de 2014, cuando Felipe De Borbón se despierte convertido
en el Rey constitucional Felipe VI, será el primer monarca de su
Dinastía que no tendrá que soportar, utilizar y convivir con las cadenas
militares que distintos " espadones" impusieron al pueblo español. Sus
nueve antecesores en el trono de España habrán convivido con generales
que les apoyaban, les combatían, les protegían o conspiraban contra
ellos e incluso se convertían en regentes dada la minoría de edad de
algunos de ellos.
Desde hace 314 años la presencia de militares en la vida pública de
nuestro país ha sido constante. El primer miembro de la dinastía Borbón,
Felipe V, tuvo que pelear apoyado por su abuelo el Rey francés Luis
XIV, por la corona contra el archiduque Carlos al que terminaría
apoyando Gran Bretaña como una forma de controlar la expansión gala, por
un lado, y en busca del comercio con América, por otro. Guerra entre
dos Reyes que se cerró con el pacto de terceros países y por el que
perdimos la exclusividad mercantil con el Nuevo Mundo y los territorios
de Sicilia, Menorca y Gibraltar. Ese reinado de 45 años, además, sería
de ida y vuelta por la muerte del primogénito Luis, y daría paso ya con
Fernando VI como Rey a una larga y desastrosa participación de España en
la guerra austriaca y en la Guerra de los 7 años, sin contar la guerra
interna que el monarca desató contra los gitanos, guerra racista donde
las haya habido y que pretendía acabar con esa etnia en nuestro país a
través de la separación de hombres y mujeres y el envió de unos y otras a
trabajar en los peores y más duros oficios.
La llegada de Carlos III, que ya venía a Madrid con experiencia de
gobierno en Sicilia y Nápoles, no fue mucho más tranquila en lo
referente a su relación con generales y conflictos bélicos: de nuevo
enfrentamiento con el Sacro Imperio Germánico, con Italia, con Gran
Bretaña y hasta con Filipinas, dentro de una política exterior que nos
empobrecía más y más y que nos dejaba con las arcas del estado
exhaustas y la importancia geopolítica muy mermada frente a británicos,
franceses y austriacos, un hecho que se convertiría e referencia
constante de la vida política española de los últimos tres siglos.
Carlos IV y su hijo Fernando VII pelearon contra todos y contra todo,
sin importarles mentir y volver a mentir con tal de reclamar el trono.
Abdicaron en José el hermano de Napoleón, juraron la Constitución
liberal de 1812, reprimieron a aquellos que se enfrentaron a su
absolutismo y fueron dos de los peores ejemplos de gobernantes de
nuestra historia. La llamada Guerra de la Independencia contra la
Francia de Bonaparte les sirvió para regresar y someter al pueblo que
se había sublevado frente al invasor a nuevas y viejas cadenas tras "
depurar" al ejército de los generales que consideraban contrarios a su
voluntad.
Con Isabel II aparecen al frente del país una larga serie de "espadones"
que van a pelear entre ellos por el favor de la Reina, al tiempo que
imponen su voluntad en base a pronunciamientos y asonadas que se suceden
a lo largo y ancho del reinado: Espartero, Serrano, Narváez y O'Donnell
serán el sostén de Isabel II frente a todos aquellos que desean
modernizar España y entroncar con la Constitución de Cádiz, y al mismo
tiempo los verdugos pasajeros de la dinastía Borbón, guerras callistas
por medio, enfrentamientos de familia que han llegado a nuestros días y
mal resueltos en los conflictos de las distintas ramas que pugnaban por
la corona.
Si Alfonso XII tuvo en su breve reinado al general Pavía entrando en el
Congreso a caballo, tras los paréntesis de Amadeo de Saboya y la I
República, con el general Prim de destacado protagonista hasta que fue
asesinado; su hijo póstumo. Alfonso XIII, se jugará y perderá la corona
por su " entrega" a Miguel Primo de Rivera y su gobierno militar en una
España convulsa, empobrecida y deseosa de una libertad que desde el
poder real y militar se le negaba. La llegada de la II República, tras
las eleccciones del 14 de abril de 1931, sería la consecuencia de la
miopía del monarca que abandonaría España por el puerto de Cartagena y
al que el estallido de la Guerra Civil tras el alzamiento militar de los
generales Franco. Mola y Sanjurjo le pillaría cazando en centroeuropa.
De 1931 a 1975 se sucederían una República y una Dictadura, tan
recientes en la memoria colectiva que están pesando en los últimos
movimientos en la Jefatura del Estado. La sombra de las elecciones
europeas del 25 de mayo se alargan hasta la cita con las urnas
autonómicas y municipales del año que viene e incluso a las generales
que cerrará la actual Legislatura. La llegada democrática de Juan
Carlos I estuvo precedida de su nombramiento por el Generalísimo, una
situación que cambió de forma radical con las elecciones de 1977 y 1979 y
con la redacción y aprobación en Referéndum de la Constitución de 1978.
Un reinado, el del monarca que acaba de abdicar en su hijo Felipe, que
comenzó bajo fuertes presiones militares y que encontró la legitimidad y
el apoyo del pueblo español por su defensa de la democracia frente a
los intentos golpistas de los generales comandados por Milans del Bosch y
Armada, del anterior de la denominada Operación Galaxia e incluso de
los posteriores de los hermanos y coroneles Crespo Cúspinera.
Felipe VI llega sin ese ruido de sables y cadenas. Llega de forma
democrática, amparado por la Constitución, al margen de si se piensa que
sería conveniente para la permanencia de la Monarquía someter a un
Referéndum en completa libertad la forma de estado. Lo novedoso en estos
300 años es que por primera vez o existen ni ruidos de sables, ni
espadones, ni generales dispuestos a interferir en la vida política y
democrática de los españoles. Todo lo que haya que hacer, pactar y
cambiar se hará desde la esfera civil, algo a lo que hasta ahora, no el
pueblo, ni los Borbones estábamos acostumbrados.