Ayer, la festividad de Pentecostés en Europa restó actividad y
nuevas referencias macroeconómicas que sirvieran de guía en los mercados. No
obstante, el camino todavía lo siguió marcando el BCE y el rumbo que
desde la pasada semana ha adoptado su expansiva política monetaria. Para
los países de la zona euro fuertemente endeudados, una política expansiva que
eleve los objetivos de inflación le permite pagar la deuda soberana con mayor
facilidad. De hecho, pagar deuda con inflación ha sido habitual, sobre
todo, cuando la deuda pública ha estado denominada en una moneda cuya emisión
controla el mismo Estado que debe pagarla. Hacerlo cuando la moneda y la
política monetaria escapa del control estatal, es un problema. Por eso, para
países como Portugal, Italia o España, la política expansiva del BCE es
un alivio, y más en estos momentos en los que la combinación de inflación,
confianza de los inversores y liquidez inyectada por los bancos centrales está
propiciando la compra de deuda pública en estos países. Por el momento la ecuación
riesgo/rentabilidad de los inversores les continúa favoreciendo.
Solo así se explica que la rentabilidad del bono español e irlandés a 10 años
se sitúe por debajo del bono a 10 años en EE.UU, o que el de Italia esté solo 9
pb por encima. En EE.UU. la inflación es más elevada y los inversores exigen
más intereses a la deuda.
Aquí, en Europa, el riesgo es que la búsqueda de rentabilidad
esté creando la base para una burbuja en el mercado de deuda que puede desinflarse en el momento en que esta relación riesgo/rentabilidad se
desequilibre.