Susana Díaz Pacheco,
la gran Susana, la irrepetible, la genial, la antológica, la estelar Susana se
ha hartado de repetirlo hasta la saciedad en todos los rincones de la autonomía
que preside. "Para mí, ha dicho la presidenta de la Junta, lo primero es
Andalucía" y nada más decirlo, ha aplazado a septiembre el debate sobre el
estado de la Comunidad que iba a celebrarse este mes y que debería analizar en
el Parlamento de las Cinco Llagas la (pésima) situación que atraviesa
Andalucía. Pues digo yo que para ser lo primero en su apretada agenda no parece
que le ponga demasiado interés. Aunque también es verdad que, como presidenta
de la Junta, nos tiene acostumbrados a muchas declaraciones rimbombantes que
después se quedan en nada. Y es que el libro de ruta que trazó
Pepe Griñán al
dejarle el cargo hace un año, y que algunos ya destapamos hace meses, se está
cumpliendo a rajatabla, con una precisión de reloj suzo. En el fondo, a
Susana
Díaz, como a tantos otros dirigentes del PSOE, lo que el gustaría es, como
decía el visir
Iznogud de
Goscinni, "ser califa en lugar del
califa". Y está dispuesta a conseguirlo caiga quien caiga y pongan las
trabas que pongan sus rivales en la lucha por el poder dentro del PSOE.
De entrada a mí no me parecen mal estas aspiraciones tan ambiciosas. Cada uno
es muy suyo y muy dueño a la hora de plantearse retos difíciles de alcanzar. Lo
que sí me parece un fraude, un engaño y un timo como la copa de un pino es que
se haya utilizado al pueblo andaluz como marioneta para conseguir logros
personales. Susana ha aprovechado los votos que los andaluces le han dado al
PSOE en las elecciones europeas para venderse como pieza imprescindible para
dirigir su partido. Y me da la impresión que los andaluces no querían eso sino
todo lo contrario, que su presidenta cogiera de una vez la sartén por el mango,
el toro or los cuernos y comenzase a buscar soluciones a los graves problemas
por los que atraviesa Andalucía, con o sin la ayuda de sus socios comunistas.
Pero he aquí que la historia de los últimos cuarenta años en Andalucía vuelve a
repetirse de nuevo como una especie de gota malaya, como una epidemia que nos
persigue. Desde que
Rafael Escuredo tomó posesión como primer presidente
de la Junta, al principio de los años ochenta del pasado siglo, el PSOE de
Ferraz no ha hecho otra cosa que utilizar Andalucía como laboratorio de pruebas
en beneficio del partido.
Felipe González y
Alfonso Guerra se
cepillaron primero a Escuredo y después de
José Rodríguez de la Borbolla por
haber intentado salirse de la estricta ortodoxia que les marcaba la Ejecutiva
Federal en Madrid. Colocaron a
Manuel Chaves (el candidato a palos) como
presidente aunque él no quería. Y nada más obtener una nueva mayoría absoluta
en 2008, el presidente del Gobierno,
José Luis Rodríguez Zapatero, se lo
lleva a Madrid un año después para que sea
Pepe Griñán quien se haga
cargo de la Junta. Con este continuo intercambio de cromos sin pedirle opinión
a los andaluces, ¿dónde queda ese interés por Andalucía que el PSOE tanto se
ufana por defender?
Y ahora, cuando muchos ciudadanos incautos creian que Andalucía había
encontrado ese mirlo blanco capaz de liderar un vuelco en las anquilosadas
estructuras del poder socialista, corroídas por el orin de cuarenta años de
gobierno ininterrumpido, llega la gran
Susana Diaz y vuelve a utilizar
su tierra y el voto de sus conciudadanos como trampolín para relanzar sus
propias aspiraciones de poder. Yo sigo pensando que Susana es un verdadero
"bluff", eso sí muy bien vendido por un marketing político
intachable, que va a repetir el fracaso de Zapatero. Por ello considero que
debería marcharse a Madrid cuanto antes para dejar que alguien gobierne en
Andalucía, además de dar discursos demagógicos y hacer chorradas como pedirle
entrevistas al Papa Francisco. A Susana, como a la mayoría de los dirigentes
socialistas, le importa Andalucía un bledo. Su único interés por esta tierra
radica en conservar el granero de votos que les salve los muebles de su
incompetencia.
Había un dicho en la preutonomía que afirmaba: "Si el andaluz pobre piensa
en Barcelona y el andaluz rico piensa en Madrid, ¿quien, coño, piensa en
Andalucía?" Desde luego, Susana no.
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