Digan lo que digan lo cierto es que la abdicación del Rey
nos ha cogido a los periodistas con el pié cambiado, pendientes como estábamos analizando
los resultados de las últimas elecciones al parlamento europeo, la perdida de
votos de los dos grandes partidos y la irrupción de otros nuevos que, por las
declaraciones de algún destacado dirigente del Gobierno, se diría que son los
que han propiciado que este caballo de Troya llamado
Pablo Iglesias haya entrado
en las entrañas de la política española, cuando el problema no está en el
numero de escaños obtenidos por Podemos, sino en la falta de sintonía de algunos
lideres con el ciudadanito de a pie. Ese que sale a la calle y se manifiesta
porque ya no puede más, después de haber perdido su casa, su trabajo, su
calidad de vida, y para quién el futuro
es una incógnita, a la que nadie encuentra una solución que le impida seguir
cayendo lentamente hacía el precipicio.
De ahí que la abdicación del
Rey Juan Carlos me preocupe, me
preocupe mucho como a tantos otros ciudadanos. No porque el Príncipe de
Asturias no esté preparado para acceder al Trono y además hacerlo bien, sino
porque con la muerte de
Suárez, la marcha de
Rubalcaba y la abdicación del Rey
se cierra la última página de la historia reciente de nuestro país: la Transición.
39 años de paz, de prosperidad, son los que hicieron posible
que este país despegase y pudiese restañar viejas heridas, saldar cuentas con
un pasado que a veces está muy presente, gracias a una palabra hoy en desuso,
consenso, en el que tuvo un papel destacado Don Juan Carlos.
Es cierto que el país necesita de savia nueva, que conecte
con la calle, con las necesidades urgentes de los jóvenes y también
de los mayores, pero sin olvidar que estamos en una situación difícil que
necesita de hombres y mujeres con experiencia en la gestión, en la economía, en
los gobiernos, en el trono.
Espero y deseo que el Príncipe Felipe tenga la misma mano
izquierda que ha tenido su padre para contemporizar con los partidos de la
derecha o de la izquierda, qué imprima a su reinado el sello de la moderación,
pese a que los retos que tiene por delante: Cataluña, País Vasco, pero sobre
todo deseo que no se olvide de esos seis
millones de parados, a los que la política de recortes ha dejado sin esperanza
de futuro, de esos enfermos a los que la Ministra está dejando sin medicamentos que les
permiten vivir con cierta calidad de vida, de de esos niños que queriendo
estudiar lo tienen que hacer en situaciones extremas porque el ministro del
ramo prefiere apoyar la excelencia de unos pocos, olvidándose de esos miles que
no pueden acceder a ella.
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Especial: 'Todo sobre la abdicación del Rey'