Parto
de la base genérica de que los trazos gruesos de la Historia contemporánea
española se inscriben y escriben en grandes ciclos de más o menos cuarenta
años: el 20 de noviembre de 1975 concluyó uno de esos ciclos con la muerte de
Franco, que desarrolló su dictadura durante cuatro décadas, y comenzó de
inmediato otro, con el reinado de
Juan Carlos I, que, así, cumplirá cuarenta
años en el trono en noviembre de 2015. Se abre así, y resulta obvio para cualquier
observador, una nueva era, que conocerá una sucesión en el Trono a más o menos
corto plazo, y que incluirá también muchas sorpresas que aún es pronto para
vaticinar; pero, sin duda, las habrá. Y, si lo mira usted despacio, lo que está
ocurriendo en el PSOE se corresponde igualmente con uno de estos grandes
períodos que lo normal es que concluyan abriendo la perspectiva de cambios
fundamentales. Ni más, ni menos.
Fue
en octubre de 1974 cuando se celebró, en Suresnes, aquel famoso congreso del
PSOE que dio el poder a 'los del interior', comandados por 'Isidoro', que era
el seudónimo clandestino de
Felipe González. Se ponía fin al mandato de los
veteranos dirigentes del partido en el exilio, dirigidos por
Rodolfo Llopis, y
se inauguraba una época de modernidad de la mano de un grupo de sevillanos
aliados con militantes vascos, en lo que se llamó el 'pacto del Betis'. De eso,
el próximo octubre hará cuarenta años. ¿Le suena a usted? Todos estos años, los
socialistas han estado bajo la batuta, más o menos lejana, de
Felipe González
(e incluyo también los períodos de
Zapatero y de
Rubalcaba). Me parece que
ahora, estoy a punto de decir al fin, el PSOE se libera de esa batuta, que tan
necesaria fue, para poner a sus músicos bajo una nueva dirección. Acabó, pienso
que ahora sí que sí, el 'felipato', que ha sido, como el propio González ha
reconocido, la solución a muchos problemas del PSOE, y el problema , al tiempo,
para la total renovación del partido.
Yo
creo que ahora, también de la mano de una dirigente sevillana, que no me cabe
duda de que estará ayudada, entre otros, por un grupo representativo de vascos,
comenzando por Eduardo Madina, se está produciendo otra catarsis total,
semejante a la de Suresnes, en la formación que fundó
Pablo Iglesias en 1879.
No es una mera sustitución en la cúpula, ni un relevo de rostros: ni he sido,
ni soy, ni probablemente seré jamás militante del PSOE, pero reconozco que el
proceso que se está operando en este partido, y que fue iniciado por un
Rubalcaba que merece mucho más reconocimiento que otra cosa, es digno de todo
respeto. Claro que hay personalismos, improvisaciones, maniobras orquestales en
la oscuridad, retrocesos y errores. Pero, en general, creo que el PSOE, que se
metió de hoz y coz en el asfixiante, pero imprescindible, proceso de las
elecciones primarias, está liderando, con cuantos tropiezos quiera usted, una
regeneración acuciante en los herméticos, anticuados, poco democráticos,
partidos políticos españoles.
Necesitamos
al PSOE, y lo dicen también desde la derecha, desde el mundo empresarial y
patronal, en el sindical y en las cancillerías extranjeras. Creo que hasta
Izquierda Unida lo dice, porque sus alianzas coyunturales y territoriales con
los socialistas les son necesarias para asomarse a algunas parcelas de poder.
El PSOE tiene que liderar a la izquierda por caminos de moderación, de reforma
de las estructuras del país y de regeneración de los malos hábitos que pesan
sobre la democracia española; nadie más puede hacerlo. Figúrese usted lo que
nos estamos jugando en este, para los mirones como yo, apasionante y apasionado
proceso en el que están ahora embarcados los socialistas.
-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>> - Especial: '
España, un país en elecciones'