Participé hace pocos días en una tertulia televisiva que
acabó, más o menos, a gritos entre algunos de los participantes, colegas míos
de profesión. El debate se centraba en el papel que algunos medios desempeñan a
la hora de promocionar a 'tertulianos' (o, como les gusta a los
puristas, 'contertulios') hacia puestos destacados en la política. Incluso,
a la hora de promover algunas candidaturas de nuevo cuño. No pienso solamente
en 'Podemos' y en su líder,
Pablo Iglesias, sino también en otros
personajes mediáticos que se han convertido en cabezas de lista gracias a la
notoriedad que les dieron sus intervenciones en radios y televisiones, siempre
en programas de corte periodístico y mezclados con profesionales de la
información.
Porque una cosa es la intervención del político en calidad
de tal, siendo entrevistado por nosotros (los informadores) y otra, muy
distinta, la mezcla del futuro candidato 'entre iguales' con los
periodistas, en la siempre tórrida discusión sobre cómo afrontar los problemas
nacionales. Los periodistas no podemos convertirnos en comparsas, ni en
enemigos de candidatura alguna -ya digo: a gritos he escuchado en alguna
tertulia comportarse a algún compañero frente a Pablo Iglesias--, ni, menos aún,
en patrocinadores de alguna opción política.
Creo que debemos reflexionar a fondo sobre el papel que
hemos de jugar los profesionales de la información en estos momentos de la
delicada coyuntura nacional. Protagonistas mediáticos conocemos que publicitan
tesis concretas -por ejemplo, secesionistas-como si en ello les
fuera la vida, y es posible que así sea. Un claro regreso a aquel periodismo
del siglo XIX, en el que los responsables de algunos periódicos eran, a la vez,
candidatos, asalariados o portavoces de determinadas formaciones. No digo yo
que estemos aún en eso, pero por esa vía andamos, y me parece que los
resultados de las elecciones de este domingo contribuyen a avalar lo que digo.
Me preocupa, y mucho, que un tertuliano pueda ser más
conocido, creíble y respetado que un científico, un abogado, un escritor, un médico.
O que un político que se dedica a ello con tesón y honradez desde hace años. Me
inquieta que una opción política se ponga en pie en cuatro meses, sin
estructura, ni organización, ni casi otro programa que el utópico derivado de
mayo del 68 (o, en el otro lado, de las teorías miltonfriedmanitas), y se
coloque rápidamente en la lista de 'superventas' básicamente por el
indudable carisma de un 'showman', aliado, desde luego, con un
sentimiento de frustración de la ciudadanía.
No quiero que un día nos acusen a los mensajeros de ser
quienes contribuimos a fabricar los mensajes. O de vociferarlos. Por lo demás,
mi enhorabuena, de verdad solamente con las reticencias imprescindibles, a
cuantos han sabido y podido encumbrarse gracias a nuestra alianza o a nuestra a
veces rentable hostilidad.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>> - Especial: '
España, un país en elecciones'