Producto de la actividad monjil en los conventos de Puebla (Santa Rosa,
Santa Clara, Santa Mónica, etc.) Se crearon verdaderas obras de arte en
sus cocinas y por obra de arte, el mole poblano vio la luz en 1680 en
el convento de Lima. Pero, ¿Quiénes son estos personajes que
mencionamos?, pues bien, la monja Sor Andrea de la Asunción, Dominica
Cocinera del Convento de Santa Rosa (3 Norte No. 1205, Puebla).
El Obispo, Don
Juan Manuel Fernández de Santa Cruz, Obispo de Puebla,
(Todavía Puebla era una diócesis, hoy arquidiócesis) y el Virrey de la
Nueva España, Don
Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, Marqués de La
Laguna y Conde de Paredes; acompañado de su esposa Doña
Virginia
Manrique de Lara, (Por cierto, Novia espiritual de Sor
Juana Inés de la
Cruz y su esposo Mecenas de la misma; Sor Juana, les dedicó multitud de
villancicos, sonetos, poemas y otras obras poéticas de variados
estilos con amor a sus dos grandes Mecenas).
Imaginemos cómo sucedieron los hechos:
La Madre Superiora, con la confianza que tenía en las virtudes el arte
de la cocina que había demostrado Sor Andrea; le hizo encargo de
preparar un platillo en atención a la comida especial que tendría lugar
en el convento para honrar a tan distinguidas eminencias. El Obispo
había hecho una gran deferencia al escoger de entre todos los conventos
al de Santa Rosa, para festejar el paso del Virrey y su esposa.
Por tanto, Sor Andrea mandó moler chiles y especias y, como se hizo en
el metate el esfuerzo de brazos y manos, fue tanto, que una de las
encargadas de la molienda exclamó "¡Mole, que Mole!". Y así se bautizó
el guiso con el nombre de "Mole de Puebla" Asimismo mandó Sor Andrea
matar un guajolote que engordaron con nueces, castaña y avellanas.
Inspirada, cogió Sor Andrea chile ancho, chile mulato, chile chipotle y
chile pasilla. En una cazuela echó manteca y cuando empezó a chirriar,
los tostó en ella. Y en un comal tostó ajonjolí.
De las orientas talaveranas fue sacando clavos, pimientas, cacahuates,
canela, almendras, anís, comino, y empezó a moler todo eso, mezclándolo,
en un almirez. De un tibor tomo dos tablillas de chocolate monjil y
las juntó con lo que acababa de moler. En otro almirez, machacó tomates,
cebollas, ajos asados; mezcló todo lo anterior con unas tortillas
duras, uvas pasas, pan frito muy dorado, azúcar y sal.
Llegado el día, un largo comedor adornado con la cara del Obispo, los
Sombreros de los Caballeros, las Cadenas de Plata, y los Medallones del
Virrey y la belleza de la Virreina, de la cual, Sor Juana dice que era
"La Reina de las Flores", (ya que el verano envidiaba de ella los
claveles de sus labios y las rosas de sus mejillas).
-Puedo ver que todas las monjas no hacían más que apretarse las manos,
acongojadas. ¡Vaya Valentía de la Madre Cocinera! ... ¡Hacer un
experimento para tan Ilustre Ocasión!!!...
Cuesta trabajo suponer que el Mole llegó a esa mesa sin la censura
inquieta de la Madre Superiora, "Ay San
Pascual Bailón, ojalá la hayas
inspirado bien", pensó la Superiora. ¿Cuál habrá sido el gesto del
Virrey al enfrentarse a ese Plato de color Oscuro, aspecto espeso y
olor incierto?
El Virrey tenía ante sí, ¡El Plato de Mole! y no sabía si era... Agasajo,
o acto de Expiación... Sor Andrea estaba con el alma en un hilo, todo
el convento de Dominicas aguardaba el desenlace... El futuro de la
gastronomía también aguardaba la decisión de un Virrey.
Por fin, éste se armó de valor, tomó una tortilla, la partió a la
mitad; con la misma arrancó un pedazo de guajolote, lo salseó... Y en un
lapso donde pareciera que se había detenido el tiempo, lo llevó
lentamente del plato a la boca. Lo paladea, lo traga y, ¡Oh Felicidad!,
el sonido que profirió, ¡uhm!, ¡Qué delicioso!... Esto fue la entrada en
la historia del Mole y del Virrey. Disfrutemos de un mole poblano,
hagamos el ejercicio de distinguir cada uno de sus ingredientes en el
Paladar y... ¡Buen Provecho!!!...
JCRH
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