martes 27 de mayo de 2014, 07:43h
Parece que algunos políticos se han
dado por enterados del mensaje de los ciudadanos en las elecciones europeas.
Esperemos que los demás también lo hagan por la cuenta que nos tiene a todos.
Desde hace años, algunos analistas hemos reivindicado hasta el hartazgo, y a
pesar de las miradas aviesas e inquisidoras de los adeptos a uno y otro bando,
un consenso imprescindible entre los grandes partidos políticos para buscar
soluciones a la peor crisis económica y social de los últimos 70 años.
Echábamos de menos el espíritu de los Pactos de la Moncloa y ese sentido de
Estado en beneficio de los intereses de todos, en lugar de los de algunos
particulares y partidistas. La desafección ciudadana era patente en cada
entrega del CIS. Si a eso le añadimos la corrupción con una respuesta absurda
entre los afectados de: " y tú más" llegamos a unas elecciones donde para
empezar casi el 60% de los electores se quedaron en casa. La participación se
salva porque los independentistas catalanes han logrado movilizar a los suyos
para incrementar, además, el cisma soberanista catalán. Y la ola, casi tsunami,
llega a los grandes partidos con una pérdida de 5 millones de votos. Se podrá decir
que los comicios europeos no son del todo representativos porque los ciudadanos
cuando consideran que se la juegan es en las municipales, autonómicas y, sobre
todo, en las generales. Pero la apuesta de la campaña entre PP y PSOE era de
pugna interna, lo de Europa era el escenario despreciado aunque su incidencia
es cada día más relevante en nuestras vidas. Alfredo Pérez Rubalcaba no ha
podido con la losa Zapatero y la crisis, era muy evidente su travesía en el
desierto. Se abre la carrera por la sucesión. Mariano Rajoy no puede quedarse
tranquilo aunque haya resistido el enorme desgaste de los recortes, se han ido
muchos votos por Vox, Ciudadanos y UPYD. E Izquierda Unida no puede cantar
victoria aunque suba porque si realmente fuera una alternativa fiable hubiera
cosechado los votos de Podemos, una iniciativa más que populista. Estamos a
tiempo de evitar la ingobernabilidad de España, y eso pasa por la receta que
dio Felipe González: acuerdo PP-PSOE, no lo duden, como en Alemania.
En el
resto de Europa, peor
No es un consuelo que en el resto de
Europa los resultados sean más preocupantes aún que en España. También hemos
venido denunciando que no había una política de la Unión Europea para
solucionar la crisis, sólo había medidas que beneficiaban a un país, Alemania,
aunque la austeridad era necesaria pero tanto como la reactivación a lo
norteamericano. Cada país ha buscado su propia salida y algunos desde
laberintos indescriptibles por años de dejación y falta de control del gasto y
el déficit. Los resultados en Francia dan mucho qué pensar, sobre todo porque
los gobiernos han ido evitando las decisiones delicadas y cuando se han tomado,
las consecuencias son peores. El Frente Nacional no ofrece ningún aliciente
positivo, al contrario, sus postulados constituyen una amenaza a la convivencia
con una realidad incuestionable como la diversidad racial y religiosa. El
populismo pretende aprovecha la ocasión para reclamar la disolución de la
Asamblea Nacional pero no es la opción política adecuada pero sí una muy grave
advertencia de los riesgos que corre la República Francesa con sus crisis
particular a cuestas que amenaza con afectar a toda Europa. El caso del Reino
Unido también es un síntoma de castigo a la ambigüedad oficial con la Unión
Europea porque los antieuropeos de UKIP han logrado ganarse la confianza de una
buena parte de los británicos con un discurso claro. Va siendo hora de que los
conservadores, liberales y socialdemócratas británicos planteen abiertamente su
opción dentro o fuera de Europa. Lo del
mediopensionismo ofrece sus graves riesgos y un enorme descrédito de los
partidos tradicionales. En Grecia, tenemos un nuevo infierno político cuando
todavía no se pueden cuadrar las cuentas tras los rescates, algo que sí ha
conseguido Portugal. En Alemania e Italia, ganan los que están en el gobierno
aunque los euroescépticos crecen, como se temía, entre los germanos. Y en el
resto, la falta de interés es más que preocupante en países tan relevantes como
Polonia que deberían exhibir cierto fervor europeísta.
Podemos echar las culpas a los
burócratas de Bruselas y a unos dirigentes europeos de escaso perfil y peso
político, como Barroso, Rompuy y Alston, pero sería bastante injusto y un error
porque esa responsabilidad es de quien ha manejado todo para mandar sin que
nadie rechiste a Berlín. Hay tanto que hacer como Unión Europea que lo que hace
falta es una verdadera voluntad política dentro de una cierta categoría
imprescindible que no se atisba en el horizonte, por el momento, a no ser que
los líderes castigados se lo tomen en serio. También estamos a tiempo en el
resto de Europa de enderezar el rumbo para recuperar algo de ilusión entre los
ciudadanos europeos. Nos jugamos mucho todos.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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