Durante
muchos años, como mirón profesional, he seguido los vaivenes del PSOE; nunca
había visto algo semejante a lo que ahora ocurre en este
espectro del arco político, ni siquiera cuando
Felipe González decidió
abandonar el marxismo. La izquierda recula en muchos puntos de Europa: en
Francia, en Gran Bretaña, en Alemania. Globalmente, la derecha ha ganado las
elecciones al Parlamento Europeo. En España, la izquierda se fragmenta,
haciendo peligrar la continuidad del PSOE, tal y como ahora lo conocemos:
Pablo Iglesias lo fundó,
y otro Pablo Iglesias
hace que se tambalee. El error ha sido, tal vez, más que de rostros, de
conceptos: no se trata de situarse más allá de los planteamientos de Izquierda
Unida, de los de los 'indignados' y de los de 'Podemos'. Y mucho menos de bascular, a continuación hacia posiciones más a la
derecha, desorientando totalmente al electorado.
Se
trata, más bien, de ocupar unas posiciones de centro-izquierda, de moderación
crítica y de propuestas constructivas. Porque la izquierda 'pura' (y dura) ya
está ocupada por otros, y es precisamente en ese centro-izquierda, abandonado
-o nunca ocupado-- por el Partido Popular, y
solo ocasionalmente pisado por los socialistas, donde se sitúa el
hueco que los electores sin duda añoran.
Creo
que el sitio del PSOE está en zonas templadas, en hacer propuestas que resulten
simpáticas a la sociedad, en hacer tabla rasa de
ciertos pasados. Lo tendrán que entender todos los candidatos que compitan en
las primarias, ahora aceleradamente puestas en marcha
y de las que se apea Rubalcaba: nada de competiciones para ver quién
tira la piedra más lejos de la realidad -o más cerca del emergente 'Podemos'--
que nadie. De cómo salga este proceso, verdaderamente estimulante por otra
parte, de las elecciones primarias dependerá ni más ni menos que el futuro de
un partido con ciento treinta y cinco años de historia, muchos episodios
heroicos -y alguno lamentable-en su trayectoria y una misión equilibradora de la
política española que no se puede tirar por la borda así, sin más.
Lo
sabía, lo sabe,
Alfredo
Pérez Rubalcaba, que acaba de
convocar un congreso extraordinario para el mes de julio, que será cuando él
acabe definitvamente su mandato en el PSOE. Muchas veces he escrito,
bastante antes de la debacle de este domingo, que no se presentaría a las
primarias. Ha significado la puesta en marcha de la renovación interna en su
partido, pero a él no le toca hacerla. Hay figuras muy estimables en el PSOE, comenzando por la
presidenta de la Junta
andaluza,
Susana Díaz,
y por varios de los candidatos 'in pectore' a las primarias, que pueden
encabezar la marcha hacia el futuro:
Madina, Patxi López y algún que otro
'tapado' que pueda surgir son figuras muy estimables. No pienso lo mismo de
Carme Chacón, que,
quitándose del medio en estos meses de zozobra, se ha hecho un flaco favor a sí
misma y a sus posibilidades. Su oportunismo pidiendo,
antes de la comparecencia de Rubalcaba, el adelantamiento de unas primarias que
ella cree, falsamente, que va a poder ganar, también la definen: no es ese el
estilo que debe imperar en el 'nuevo' PSOE.
- Especial: '
España, un país en elecciones'
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