El Camino francés, principalmente entre los caminos que van a Santiago, atraviesa la ciudad de León, recordando la historia siguiendo por las antiguas rúas, iglesias, conventos, mansiones, palacios y murallas, y en algunos sitios se hace sentir de una manera especial, porque en el Camino existen energías telúricas y es posible percibirlas si se va receptivo. Uno de estos lugares es cuando llegamos ante la Catedral, expresión pura y brillante de luz y color del gótico francés en tierras leonesas. La propia construcción, esbelta, hermosa, y tan del propio Camino.
Mirando en el entorno
de la Catedral (y por supuesto en su interior), vemos símbolos e imágenes, que
nos sitúan en el Camino, que está aquí, presente y vivo.
Como este apunte ha de ser de por sí breve y conciso,
únicamente fijaremos la atención en dos imágenes que son muy simbólicas y
concretas.
Así en la portada central de la Catedral, mirando al
Occidente, portada en la que está arriba la escena del juicio final, se
encuentra, (o más bien se encontraba, como se diría seguidamente), la estatua
de Santiago, entre San Pedro con las llaves del cielo, y San Juan, y como en
otras imágenes en la jerarquía de los Apóstoles siempre al lado de Pedro, y siguiéndole en rango. Es una hermosa
talla del S.XII, de Santiago pacífico peregrino, que sonríe serenamente, y
porta los símbolos de la concha en el zurrón y sobre la gorra, tiene además un
trozo del bordón que la erosión del tiempo en la piedra y otros destrozos han
ocasionado, y así la escultura aguarda su restauración en el interior del
claustro catedralicio, pero aún así podemos acercarnos a dicha portada, jamba
izquierda y observar el fuste, que está desgastado por el roce piadoso de manos
y rosarios de antiguos peregrinos, suave al tacto, así como para inclinarse y
tocar con la cabeza en la piedra en otra oquedad más abajo en gesto de
reconocimiento y de expresión de formular peticiones personales o deseos tal y
como se hace en el Pórtico de la Gloria en la basílica de Compostela. Se hace
evidente que en otras épocas los miles de peregrinos han dedicado su devoción
al Santo. (En la foto aparece la imagen tal como estaba
antes del traslado al claustro). En la actualidad pasa desapercibida para los
peregrinos actuales que se acercan a la Catedral, y más al no hallarse la
imagen en su sitio, si bien las huellas se pueden ver y tocar.
La otra imagen simbólica, es más moderna, y el autor es
conocido: Juan Carlos Uriarte. Está en la plaza de la Regla, enfrente de la
portada central de la Catedral, si bien de lado a ésta, allí se encuentra
presente, el laberinto, al estilo de los existentes en las catedrales francesa,
(Reims, Chartres), aunque se halle afuera. Es una imagen simbólica, muy del
gusto de los antiguos maestros constructores. El peregrino inicia su andadura,
y
recorre el laberinto
hasta llegar al centro donde una pared busca la mano que se ajusta a la suya propia, y formula la petición. En
el monolito hay diversas inscripciones y una estatua en positivo y negativo (un
recuerdo a Nicolás Francés). Peregrinos, y turistas en general suelen buscar el
hueco que corresponde a su mano, pero no caen en la cuenta del laberinto que
hay que recorrer previamente, y que se halla a sus pies. El conjunto
escultórico guarda una inspiración muy lograda también en ese peregrinar
consciente de las energías que se encuentran al realizar el Camino.
Porque es precisamente haciendo el Camino cuando el peregrino
puede renacer interiormente, y para ello le ayudan los lugares y los símbolos
presentes en la ruta, símbolos que si los conoce, encuentra un profundo sentido
espiritual.
MANUEL ÁNGEL
GONZÁLEZ COLINO