El libro de cuentas del 25 de mayo
jueves 22 de mayo de 2014, 08:19h
Sólo seis formaciones políticas en 2009 y cinco en 2004 consiguieron
escaños en el Parlamento Europeo. Los dos grandes se repartieron la
inmensa mayoría de los 54 que le correspondían a España. En 2004 con
Josep Borrell por parte del PSOE y con Jaime Mayor Oreja al frente de la
lista del PP lograron 25 y 24 respectivamente. Cinco años más tarde las
cosas cambiaron y fue el PP, que repetía con Mayor Oreja, el que se
ponía en cabeza con 23 asientos y dejaba al PSOE de Juan Fernando López
Aguilar con 21. El resto de las formaciones tuvieron que conformarse con
cinco escaños en el primer caso y con seis en el segundo. Y si miramos
los porcentajes de ese bipartidismo a nivel europeo el dominio de las
dos siglas es total, aunque descendente: un 85% para ambos en 2004 y "
sólo " un 80% en el 2009.
Hubo más electores, que no participación en 2009, con 15.935.147
ciudadanos que ejercieron su derecho al voto, mientras que cuatro años
antes esa " voluntad" de ir a las urnas se quedó en 15.417.268. Datos y
números que si los unimos a la cifra de formaciones que se presentaron ,
treinta y seis en ambos casos, comprobaremos que son numerosos los que
llaman a los electores, pero muy pocos los elegidos. Esos 30 grupos que
se quedaron en cero representaban desde la derecha nostálgica de la
Falange a los grupúsculos de la izquierda más radical, y entre todos
apenas sumaron cuatrocientos mil votos.
No a todos les costó lo mismo conseguir sus escaños. A los dos grandes
mucho menos que al resto. Miles de votos se perdieron por culpa de una
Ley Electoral penalizaba y penaliza a las formaciones más pequeñas. Por
ejemplo: mientras que PP y PSOE tenían que conseguir 270.000 votos en
2004 para que uno de los integrantes de su lista se sentara en el
Parlamento de Estrasburgo, el bloque que formaron CiU y el PNV tuvieron
que llegar a los 400.000. Y esto volvió a pasar cinco años más tarde y
alcanzó a las otras candidaturas que tuvieron como su "coste" por
eurodiputado pasaba de los trescientos mil.
Es posible que en esta ocasión, en ese 25 de mayo que se nos viene
encima, las cosas cambien algo, pero tanto populares como socialistas
seguirán contando con la ventaja que les dan unas normas electorales
pensadas para favorecer el bipartidismo desde el ya lejano 1997. Si
sigue bajando la participación y se queda este año en el 40-42 por
ciento de los 36.209.684 ciudadanos que tienen derecho a votar, cada
escaño "costará" entre 265.000 y 275.000 sufragios y tendremos lo que
auguran todas las encuestas: que los dos grandes se repartirán 40 de los
54 asientos a los que tiene derecho nuestro país. Habrán dado un
importante bajón en sus aspiraciones, habrán perdido otro cinco por
ciento y sus rivales - que pueden ser más - podrán repartirse catorce en
lugar de cinco o seis.
El bipartidismo no habrá muerto, será tal sólo un poco más imperfecto y
habrá que esperar a las elecciones municipales y autonómicas de dentro
de un año para ver como evolucionan estos datos. Mientras no cambien
las reglas del juego político, con reformas importantes en la Ley
electoral y en el funcionamiento de los partidos, con mayores dosis de
democracia interna, el esfuerzo de las formaciones que hoy por hoy están
" fuera de juego" pese a tener algunas mas de cien mil votos, chocará
contra la muralla interesada del PP y el PSOE. E incluso con la
complicidad de las fuerzas afines en Europa que, bajo la dirección de
los democristianos alemanes de Angela Merkel, sueñan con extender su
ejemplo al resto del Continente: dos grupos mayoritarios con un tercero
de comodín entre ambos y con capacidad para moverse hacia la derecha o
la izquierda.
Lo que está en juego son números y nombres, siglas que encarnan las
pequeñas diferencias que existen entre los grandes a la hora de abordar
los problemas fundamentales de la política europea, desde la
competitividad al paro, desde las reformas educativas a los cambios
sociales. En España, en esta larga campaña electoral de los últimos
meses, hemos escuchado más las críticas internas y los ataques
personales que las propuestas de regeneración y alternancia que piden,
pedimos, todos los ciudadanos de los 28 países, cada uno con sus
diferencias pero sufriendo el mal común de la crisis que descubrimos a
partir del año 2006. Las ideologías, que hasta el último tercio del
siglo XX estaban vivas por mucho que nos intentaran vender lo contrario,
siguen ahí, dispuestas a volver a jugar un papel en este arranque del
nuevo siglo, con todas sus grandezas y miserias, con todo el mesianismo
que encierran y en el que caben el horror y la esperanza.