viernes 16 de mayo de 2014, 10:58h
Como explica el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, en "El precio
de la desigualdad", cuando los super ricos, ahora como en el 29, tienen
el 25% de la riqueza, no hay circulación de bienes ni consumo. Una
desigualdad desbocada no solo es injusta sino que también ineficiente
para la economía.
La corrupción impide el cambio productivo. Los gobernantes quieren dinero, no producción.
Lo sabemos en nuestra propia carne, que no hay derechos sin un paquete económico que los haga posibles. La economía debe estar imbricada en la democracia.
El sistema actual está planteado para que unas grandes
multinacionales, en connivencia con los gobiernos, nos exploten como
carne de matadero. Las crisis sirven para esto, para tener mano de obra barata y desesperada para grandes empresas, sin más objetivo que el poder financiero.
Pero la ciudadanía, una vez más, va a darles una sorpresa.
Sabemos que somos la gran mayoría de la ciudadanía; algunas veces
somos trabajadores, a veces autónomos, a veces pequeños empresarios,
funcionarios, parados o pensionistas, a veces todo esto en un breve
lapso de tiempo.
Y como siempre sus leyes están pensadas para explotarnos, dividirnos y
enfrentarnos, cuando en realidad somos los mismos y tenemos grandes
capacidades para crear, en colaboración, las condiciones para generar
trabajo y una vida que valga la pena ser vivida.
Nosotros, los ciudadanos, tenemos sobradas competencias e influencia
como actores económicos para exigir y conseguir una economía al servicio
de las personas.
En la Red Ciudadana Partido X, planteamos un equilibrio entre las
capacidades y aspiraciones individuales y la preservación de los bienes
comunes, con un Estado bajo control ciudadano como facilitador garante y
no como competidor, usurero y depredador.