La voluntad de 6 millones de parados
martes 13 de mayo de 2014, 13:09h
Si el dúo formado por Mariano Rajoy y Miguel Arias Cañete
logra el 25 de mayo más de seis millones seiscientos mil votos no sólo habrá
ganado con comodidad las elecciones europeas en España, también podrá afirmar
que los ciudadanos están respaldando su gestión de gobierno. ¿Razones para esta
afirmación? : habrán igualado o superado los resultados del año 2009 cuando el
candidato del PP era Jaime Mayor Oreja y Rajoy era el jefe de la oposición. Con
un añadido a su favor: hace cinco años la abstención llegó al 55 por ciento de
los que tenían derecho a votar, y en este 2014 todo indica que ese porcentaje
va a ser superior.
Enfrente, en la acera socialista, en aquel mismo 2009
vivido desde el poder de José Luis Rodríguez Zapatero, el candidato López
Aguilar quedaba en segunda posición con seis millones ciento cuarenta mil
votos, una cifra que es el listón que Elena Valenciano y Alfredo Pérez
Rubalcaba deben sobrepasar, y aún así dependerán para hablar de éxito o fracaso
de lo que consiga el Partido Popular. No les vale con ser segundos. Necesitan
ser primeros para mantener el calendario de las Primarias internas del PSOE y
para que los aspirantes al liderazgo que hoy ostenta el secretario general no
pidan la convocatoria urgente de un Congreso extraordinario.
En ese juego de equilibrios, los seis millones de parados
tienen mucho que decir. Su voluntad de acudir o no a las urnas y de votar a un
partido u otro tendrá una influencia directa en lo que ocurra en las dos grandes
formaciones políticas de nuestro país. En junio de 2009 el desempleo alcanzaba
por primera vez a cuatro millones de personas, con un aumento de 1.200.000
desde las elecciones generales del 2008 que había ganado Rodriguez Zapatero
tras el debate televisivo entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro. Ahora, con dos
millones de parados más según la EPA, si ese bloque de ciudadanos con derecho a
voto - que es un tercio de los que acudieron a votar en 2009 - decidiera
participar y mostrar su opinión y voluntad en las urnas, se produciría un
tsunami político y electoral de consecuencias difíciles de precisar.
Lo más seguro es que la mayor parte decida abstenerse, y
que los que acudan a votar lo hagan a las otras opciones que se presentan, con
mayor tendencia a lo que representan partidos y coaliciones como Izquierda
Unida, UPyD o Esquerra Republicana. Les permitirán a estas formaciones tener
una mayor presencia en Estrasburgo, pero lejos de esa ruptura del bipartidismo
que algunos auguraban y que, si se confirman las últimas encuestas y de los 54
escaños en juego, PP y PSOE se " reparten" 40, se quedará en una
nueva desilusión para miles de ciudadanos. Esos mismos que cada cuatro años ven
como sus votos no " valen" lo mismo en toda España, que depende del
lugar en el que vivan y que hace que en la suma total del estado a los
seguidores de Rosa Diez les cueste cinco veces más lograr un escaño en el
Congreso que a los votantes de Amaiur; o que a los que lidera Cayo Lara les
suponga casi tres veces más que a los que hoy por hoy representa Artur Más.
Algo que debería corregir una futura y siempre pospuesta reforma electoral.
Déjenme que haga unos números sobre ese 25 de mayo que se
nos viene encima basados en que sobre esos 36 millones de ciudadanos con
derecho a voto, la abstención se vaya al 60-65 por ciento, dejando las urnas
con unos 14 millones de papeletas. Al PP con el porcentaje que obtuvo en 2009
le bastaría con 5.800.000 sufragios para entonar victoria, al igual que lo hizo
en aquellas fechas. El casi 40% que obtuvo el PSOE le daría con esa base de
votantes la cifra de cinco millones seiscientos mil. Y con estas simples tablas
podemos adelantarnos a la noche electoral y a las declaraciones de los líderes
políticos: todo lo que sea bajar de cinco millones y medio será un desastre
tanto para Mariano Rajoy como para Alfredo Pérez Rubalcaba. El resto de lo que
digan y acepten será literatura de ficción.