Lo tengo dicho. Hay que ir a las novilladas de San Isidro, que casi siempre son mejores que las corridas. Casi siempre pasan cosas. Y así es. Aunque, puedo confesar y confieso que es difícil encontrar a dos chavales con la galanura, la entrega, el valor y el pundonor a la antigua de
Román, que se presentaba al examen en la cátedra, y
José Garrido, repetidor tras su debú de hace unos días,cuando cortó una oreja. También un encierro feo de hechuras pero interesante, como el de Fuente Ymbro, que manseó pero que en líneas generales -salvo el último- aportó la casta de la pelea, de la movilidad y de vender cara sus vidas.
Incluso presenciamos la parte negativa del tan increíble como limpio salto del cuarto de la tarde, 'Mimoso', nada más aparecer por el encerado venteño. Negativa, porque causó mucho lío y dos heridos leves. Negativa, porque ese lugar en el que debe haber poca gente paseando -los toreros y sus mozos de espada- y los demás resguardados en sus burladeros, algo que jamás se cumple y es bochornoso para la primera plaza del mundo. Dentro de los momentos de angustia y caos, y de esos dos heridos, poco sucedió para lo que pudo ocurrir.
Entrando ya en la valoración táurica, es justo y necesario, nuestro deber y salvación, destacar la rabia novilleril de dos coletudos punteros como Román y Garrido, que no se arredraron por el celo que cascabeleaban sus respectivos enemigos y les hicieron frente con el añadido del buen toreo, con ciertas intermitencias, que para eso se encuentran en este escalafón y no en el de matadores (ya me hubiera gustado a mi ver a algunos de éstos ante la sangre palpitante y por ello problemática de los 'fuenteymbros', ya)
Testosterona y firmeza.
Pero el valenciano y el extremeño, que no pararon de hacer quites -también
Mario Diéguez- a lo largo de la tarde, derrocharon testosterona, quietud y firmeza. O sea que dejaron claro a sus novillotes que allí mandaban o intentaban mandar ellos. No fueron labores perfectas con la flámula, pero sí observadas con enorme interés desde el graderío, que no perdió ripio ni un minuto a lo largo de la función.
Como Román ha nacido con el don de la comunicación, sus trasteos fueron más jaleados que la sobria seriedad de Garrido, y además anduvo más fácil con los aceros, su balance estadístico fue muy superior, aunque la oreja -para la que no hubo mayoría de pañuelos- pareció excesiva, algo que no resta ni un ápice a sus méritos. Garrido, además, tuvo enfrente al que cerró la movida tarde, ayuno total de celo y casta, al que tuvo que perseguir por las tablas para realizarle un trasteo extractivo y valerosísimo.
El tercero en discordia, Mario Diéguez, acusó lo poco que actúa, sólo cuatro paseíllos en 2013, dos de ellos en Las Ventas dejando la impresión que ahora ratificó: la de sus pellizcos de cante hondo, sus armas artísticos en la línea de
Paula o
Morante -casi 'na'-, para sacar partido de los de su lote con las características ya relatadas y que acabaron desbordándole. Pero aún se recuerdan también en esta atractiva tarde tibios fogonazos que le hacen merecer otra oportunidad. Lo dicho/escrito al principio: hay que ir a las novilladas.
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