La respuesta está en el viento
lunes 12 de mayo de 2014, 08:13h
Ha tenido que ser el premier británico, el conservador David Cameron, quien ha puesto el dedo
en la llaga al recordar a los
países occidentales su obligación y su responsabilidad a la hora de ayudar a los países no desarrollados o en vías de desarrollo. Cameron vino a decir que los
pobres del mundo "no pueden esperar a que los países ricos pongan sus finanzas
en orden". Claro, sobre todo, si
en esa espera, como es el caso, a los ciudadanos de esos países pobres les va la
vida.
Los
españoles recibimos lecciones casi
diarias de que la
afirmación de Cameron no es baladí. Las
decenas y decenas de personas subsaharianas que
apuestan todos sus medios, todo
su dinero, y el de su familia, poniendo en riesgo su vida
a lo largo de un larguísimo
periplo, que muchas veces dura varios meses, incluso años, para
atravesar el continente
africano y presentarse en las faldas del monte Gurugú, a los pies de la valla
de separación que el Estado
español ha puesto en Melilla, para
intentar evitar lo inevitable (el
intento de salto a la soñada Europa), es la prueba evidente de que hay que hacer mucho más que levantar
un metro más de valla o
profundizar dos el foso de separación.
La ayuda al desarrollo, según todos los expertos, es decisiva para afrontar retos como la
gestión migratoria o el cambio climático.
Planteada así, teóricamente, ese anhelo
es bien acogido por todos. El
problema viene luego, cuando de lo que se trata es de llevarla a la práctica. Y más aún, en momentos de
crisis económica como el que estamos
atravesando desde hace ya 7 años, porque
entonces la duda es si
no se debería invertir
ese dinero en paliar las carencias
propias, en lugar de las ajenas.
Ese ha
sido el camino recorrido por nuestro país
en los últimos años ya que España
ha reducido su partida de cooperación un 70% desde 2008, dejándola en un 0,17%, muy por debajo
del perseguido 0,7% que se tenía que haber
alcanzado en 2012, según el objetivo
del Comité de Ayuda al Desarrollo
de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, del que
forma parte nuestro país.
No
es lo mismo
Los trabajadores españoles
han mirado estos últimos años hacia
la neutral Suiza deslumbrados por sus
elevados
salarios, su alto
nivel de vida y su estabilidad económica. Hasta
ahora, y desde la entrada en vigor del
Acuerdo Schengen, en 2002, los ciudadanos españoles y los miembros de su
familia tenían derecho a entrar en Suiza con la única presentación de un pasaporte o de un documento de identidad
válido en la frontera sin necesidad de visado y podían ejercer una
actividad laboral en la Confederación.
Pero el
establecimiento de cuotas a la inmigración, que votaron los ciudadanos suizos a primeros de este año, va
a cambiar progresivamente esta situación
y se irá revirtiendo en contra
-entre otros- de los
trabajadores españoles.
Esto no es
nada si se compara con los
problemas que arrastra el subcontinente
africano, en donde amplias zonas adolecen de lo más básico para subsistir: alimentos básicos, vacunas para los niños, o construir escuelas
para que estos puedan acceder a la educación,...
Una sola cifra : En el
Reino Unido, anualmente el estado
dedica
entre 8.700 y 10.885 euros por
persona en políticas sociales. En algunos países africanos esta cifra es menos
de 108 euros, es decir, entre 80 y 100
veces menos.
Hasta que
gobiernos y ciudadanos occidentales no asuman como necesario la adopción de políticas
sostenidas de ayuda al desarrollo
seguiremos asistiendo casi a diario a
esos asaltos masivos
a la valla de Melilla. La
respuesta a si esa circunstancia se dará
pronto o no, como Bob Dylan, lo mismo hay que
buscarla en el viento...
Columnista y crítico teatral
Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)
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