Hace
mucho que conocía a
Manuel Jiménez de Parga, que presidió durante cuatro años
el Consejo Editorial de Diariocrítico. Era un caballero de esos de antes, un
producto consumado de aquello que se llamó Unión de Centro Democrático, un
jurista agudo y, sobre todo, una gran persona. Le encontré en lo personal a
finales de los setenta, en Ginebra, donde él, que había sido ministro de
Trabajo, se desempeñaba como embajador extraordinario ante la OIT (Oficina Internacional del
Trabajo).
Allí fui a verle, acompañado por algunos chilenos, exiliados de la
feroz represión política de
Pinochet, para pedirle que hiciese reconsiderar al
Gobierno español su apoyo a determinados aspectos laborales de la dictadura
militar en el país andino. Jiménez de Parga prometió considerar el asunto. No
fueron solamente palabras: a los pocos días, mis amigos chilenos veían con
alborozo que el embajador-delegado ante la OIT se plantaba contra las instrucciones del
Gobierno de
Adolfo Suárez y dirigía al plenario un duro alegato contra los
métodos represivos con los que los pinochetistas maltrataban a los
trabajadores.
Así
era, así fue. Desde entonces, nos hicimos amigos para toda la vida. Siempre que
fui a verle me dio buenos consejos, me ofreció su apoyo. Para mí fue 'Don
Manuel', aunque también 'copito de nieve' y, muchas veces, Manolo. Porque él,
con su humanidad, abarcaba todo eso, y mucho más. Lo demás, incluyendo sus
posiciones justas en lo jurídico y, entiendo, en lo político, es casi
accesorio.
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Fallece Manuel Jiménez de Parga