El mal negocio de Artur Mas
viernes 02 de mayo de 2014, 14:21h
Si las encuestas se confirman, Artur
Mas habrá hecho un mal negocio político. Para el mismo
personalmente, para su figura de presidente, para su partido y para
todo el país (Catalunya y España).
En algunas ocasiones ha apuntado que
ha habido momentos en que, si bien muy fugazmente, había pensado en
dimitir. Se ha afirmado que cuando tuvo su descalabro en las
elecciones adelantadas del 2012, llegó a presentar la dimisión. No
hay más confirmación de todo esto, pero entra dentro de lo
verosímil. Político de raza, no se le puede pedir que sea inmune a
las grandes dificultades y críticas a las que se enfrenta; muchas de
ellas gracias a sus errores.
Como presidente de la Generalitat,
su labor no tiene nada de comparable a la gran tarea llevada a cabo
por Jordi Pujol, que supo combinar bien las dos virtudes que
acostumbran a caracterizar a los grandes gobernantes: idealismo y
realismo.
Se ha perdido, seguramente, a un
posible buen presidente, que actualizara y abriera nuevas y más
ambiciosas perspectivas de mejoras económicas, sociales y de
reconocimiento de la identidad catalana, para convertirse en un
discutible y discutido líder de una utopía casi imposible: la
independencia. Es legítima, pero por ahora choca con el marco legal
básico de todo el Estado, refrendado por una enorme mayoría de
ciudadanos, especialmente catalanes.
Las encuestas, por otra parte,
siguen dando malos resultados para la formación política, CiU, que
preside Artur Mas, con fuerte contestación interna y perdiendo
terreno en favor de otras fuerzas políticas. ERC, de Junqueras, con
quien equivocadamente pactó, le está restando posibles votantes, y
la está desgastando al no haberse comprometido en las difícil
acción de gobierno, lo cual evidencia más su estrategia y
oportunismo partidistas que su sentido de responsabilidad
gubernamental para el bien común..
De esto también, algún día, ERC
deberá dar cuenta a toda la ciudadanía.
Pero Mas también habrá hecho un
mal negocio político para Catalunya, en la que ha alentado una
tensión y crispación sociales incesarías y perjudiciales, que
seguramente no llevarán a ninguna parte o quizás a una profunda
decepción. Y lo peor, a una división de la sociedad catalana, que
es plural y diversa, sin llegar a tener por ahora (lo confirman las
encuestas) la masa crítica necesaria para una operación, tan
rupturita y de consecuencias tan inciertas, como la que se plantea
Mas, dimitiendo de su calidad de presidente de todos los catalanes,
cualquiera que sea su ideología.
Además, y especialmente en este
momento de gravísima crisis económica y social, el planteamiento al
que obcecadamente y espoleado por algunos sectores importantes, se ha
lanzado el presidente Mas, rebelándose contra el propio Estado, al
que representa y a cuya lealtad se comprometió al aceptar
solemnemente su cargo, está perjudicando la incipiente recuperación
económica general española, con sus inevitables consecuencias para
la catalana.
Este múltiple mal negocio político
de Artur Mas, hábilmente vendido a la opinión pública desde las
propias instancias y con recusos gubernamentales, y las
colaboraciones mediáticas afines o subvencionadas, no beneficia a
Catalunya. Esto, por legítimo que sea o parezca, no es "hacer
País", el lema preferido de Jordi Pujol. Todo esto, distinto del
ideal catalanista, es otra cosa. Quizás, la ruina.
Esperemos que no...para todos.