Yo no fui de
niña a Venecia. Fui de mayor, pero he reincidido un montón de veces. Y siempre
me ha sorprendido la novedad de su melancolía....
Pero si ya
lo sabías, me dije la primera vez que me sentí con esa especie irrepetible de
estado de ánimo, pasando (si, pasando, no paseando) por San Marcos, a la caída
de la tarde, invierno pero suave, unos hombrones colocando las tablas que
permitirían no calarse mañana, con el
aqua
alta, en fin. En el Florian, la orquestina tocando la
Marcha Radetzky, así que a lo mejor junto dos recuerdos distintos,
por el horario, digo. O a lo mejor son el mismo que sucede idéntico en dos
momentos -separados igual por dos años, tres, uno- pero el mismo lugar y la
misma música. Una indecible melancolía, que no es tristeza, qué va, si es
alegre, pero que te asfixia. Pero que si es tristeza, porque te despides de las
piedras de Venecia, de las de
Ruskin,
claro, que ahí siguen después de
John Ruskin.
Y te despides un poco de ti misma, de la que ahora está viviendo este momento
de indecible belleza masoquista.
Si hubiera
ido de niña, (y si vuelvo ahora, de mayor, lo haré) me hubiera encantado
llevarme
Amaranta en Venecia, un libro
de poemas para niños de
Javier Izcue
Argandoña, ilustrado por
Dinah
Salama y premiado con el granadino premio El Príncipe preguntón. Mira que a
mí no me suele gustar la rotulada "poesía para niños", y con las ilustraciones
soy muy mía: pero es que aquí, los dibujos tienen una cierta perversidad -y los
poemas!- nada ingenuista, un poco balthusiana, un poco
Pat Andrea, o sea, como son -como éramos- los niños. Quitar esa
ferocidad ha sido la fuente de nuestras neurosis. No quitarla, hay que decirlo,
que muchos no la han quitado ni reprimido, la de nuestras desgracias, pero ese
es otro tema. Dibujos feroces y dulces, como son los niños, como somos los
mayores. Y los poemas, en la estela de la inolvidable
Gloria Fuertes, que sabía atar los bigotes de los tigres, también
respetan a los niños. A su inteligencia. Nada, que cuando vuelva a Venecia me
lo llevo.
Es que juega
muy bien con la astenia primaveral. Releo a
Eliot, que también juega a enseñarnos una modernidad fracasada. Si,
fracasada. Y él lo sabía. Pero a lo
nuestro: hay otra ilustradora que no se corta ante niños ni ante adultos. Es
Mo Gutiérrez Serna, de la que he
hablado alguna vez en esta columna: su libro en tándem con
Jesús Marchamalo,
Palabras,
acaba de recibir el Premio del Banco del Libro de Venezuela a Los Mejores
libros para niños y jóvenes 2014. Creo que también me lo voy a llevar a Venecia,
si voy. Como me llevaré
Poéticas de lo
corpóreo, un libro en que juegan seis poetas y seis fotógrafos, coordinado
por la poeta
Dori Campos, con
portada y maqueta de
Maria José Pereda
de Castro, que se presenta el día 9 -de mayo- en el Círculo de Bellas Artes
de Madrid. Fiesta cántabra que no pienso perder, por si me falla lo de Venecia,
que una nunca sabe. Y en el Círculo, también, se presentará el nuevo discolibro
de mi amigo
Amancio Prada:
Federico García Lorca: Poeta en Galicia, editado por Vaso Roto. Con los
Seis Poemas Gallegos, quizá lo menos
conocido de Lorca, y su
Salutación
Elegíaca a Rosalía de Castro. El ilustrador es, esta vez, un varón: el
poeta
Juan Carlos Mestre, estupendo
pintor y dibujante, que muchas veces el teclado y el pincel van juntos. Y no
puedo dejar de mencionar, de allá lejos, de México, una historia curiosa que
espero llegar a tener en la mano:
Las
amorosas más bravas, una crónica con fotos de la Casa Xochiquetxzal, donde
vive un grupo de antiguas prostitutas, con una, con muchas historias que
contar.... y la cuentan
Benedicte Desrus
y
Celia Gómez Ramos. Se presenta el
martes en la Biblioteca de México, José Vasconcelos. Como los
.com somos extraterritoriales, que se
enteren mis amigos mexicanos!
Bueno, no se
me quejen. No les he contado nada del Día del Libro, ni de
Elena Poniatowska, de su discurso y su traje fulgurante, ni nada de
que murió
García Márquez, ni nada de
que estaba yo con ellos (entre otros) cuando la maravillosa y célebre foto de
Don Gabriel y
Chavela Vargas, ni nada. A ver si me sale lo de Venecia, y me llevo
también
Los funerales de la mamá grande
y
El tren pasa primero, que a los
escritores se les llora y se les celebra leyendo.