No
me lo diga, claro, que el voto es secreto. La pregunta que titula este
comentario es meramente retórica. Podría transformarla del siguiente modo:
¿quién cree usted que merece más el voto el próximo 25 de mayo? Se lo digo
porque estoy preocupado: no he encontrado casi a ninguna persona que no sea
militante en algún partido que piense acudir a las urnas ese día. ¿Desinterés
por la marcha de Europa? Ciertamente, esta Europa de barrosos,
vanrompuys,
schulzs y junckers no parece capaz de entusiasmar a las masas. Pero yo diría
más bien que el desinterés se centra en la propia política española, tal y como
se está conduciendo. Las encuestas, referidas a la confianza de los ciudadanos
en sus representantes, son pavorosas. Y ya veremos si los sondeos, que hablan
de una especie de fin del bipartidismo, aciertan. Y, sobre todo, veremos si
para otro tipo de elecciones venideras (locales, autonómicas, generales) son
igualmente contundentes acerca del fin de la hegemonía PP-PSOE.
Si
me permite avanzar un diagnóstico, amable lector, le diré que sin duda la
intención de ir a votar se habría incrementado si, en lugar de dar la sensación
de que las listas para ir a Europa se fabrican desde los 'aparatos' de los
partidos como un premio a la buena conducta de militantes fieles, se hubiesen
organizado elecciones primarias también para confeccionar las eurocandidaturas.
Y los inicios de la precampaña tampoco alientan al entusiasmo, la verdad: ya
estamos instalados en lo de la difícil herencia recibida, en el 'y tú más', en
las acusaciones menos que veladas de corrupción sin presentar demasiadas
pruebas... O sea, lo de siempre.
Yo
no puedo ser tan políticamente incorrecto, amable lector, como para decirle qué
es lo que yo voy o no a hacer el próximo 25 de mayo. Menos aún, para
aconsejarle una cosa u otra: quién soy yo para tamaño atrevimiento. Sí le diré
que, la verdad, mi confusión aumenta a medida que se acerca la fecha del inicio
formal de la campaña, a medida que voy oyendo insensateces, a medida que
compruebo que los silencios clamorosos se mantienen -me dicen,
laus Deo, que no
por mucho tiempo--, que la nueva forma de gobernar no llega. Y, así, a un
veterano mirón de la cosa política como soy yo no pueden extrañarle ni la falta
de entusiasmo, ni la indecisión, ni el desconcierto generalizados. Que alguien
haga algo, y rápido, porque, además, ellos saben perfectamente, como lo sabemos
usted y yo, lo que tienen que hacer, aunque les dé pereza, miedo escénico o
terror desde las bambalinas el ponerlo en práctica.
Que
hagan algo, sí, porque le aseguro que me encantaría comprobar cómo, el próximo
día 25, los colegios electorales se llenan de electores y las urnas, de votos.
Se beneficie de ellos quien se beneficie; lo importante es que lo merezca.
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