Bueno, por fin las cosas son
como eran; ya vamos adentrándonos en una semana con apariencia laborable,
aunque no del todo. Todavía este lunes, siete Comunidades Autónomas, siete,
prolongaban sus vacaciones de Semana Santa. Algunos, pocos, comentarios
hagiográficos se mostraban encantados ante el hecho de que, este año, el
turismo nacional se ha desplazado más que nunca a costas y montañas desde el
inicio de la depresión: la recuperación es un hecho, decían las aleluyas.
Bueno, el viejo, buen, espíritu nacional-festivo se ha puesto nuevamente en
marcha. Ahora llega, pronto, el puente de mayo, trampolín hacia el bien
merecido descanso veraniego, no tan lejano, al fin y al cabo. Y antes ¿qué tal
una escapadita a la Feria de Abril, o al Rocío o, pronto, a los sanfermines? La
vida puede ser, si bien se mira, bella.
Llámeme, si quiere, agorero. O
avinagrado. O profeta de las vacas flacas -yo creía que estábamos instalados en
ellas; ya ve usted que no era así--. Le diré a usted que me he acordado no poco
de quienes no formaban parte de esos treinta kilómetros de cola que, en la
tarde del domingo, trataban de regresar a sus hogares tras colorearse, vuelta y
vuelta, en alguna playa. Ah, pero ¿no había crisis, millones de parados? Seguro
que sí, y ello nos habla de una profundización de las desigualdades en el país
de la desigualdad por principio. No hay mayor injusticia que la que tapa la
visión de los que menos tienen.
No diré yo que somos la
nación europea con más días de libranza, porque ahí están nuestros vecinos los
franceses, que dan la impresión de vivir en Vacacionlandia, de estar siempre de
baja por alguna enfermedad liviana que les permite disfrutar del asueto con
pantalón corto y bronceado permanente. Pero ya ve usted, querido lector, que
incluso el primer ministro gatalan --galo-catalán- acaba de propinar un
severo recorte al estado de super-bienestar de los ciudadanos a los que
representa, advirtiéndoles que no pueden seguir viviendo (tan bien) como hasta
ahora. Acá, en las tierras del sur, no hemos captado el mensaje, claro, y nos
hemos lanzado a una absurda discusión acerca de si es o no socialista esto de
recortar como hace
Manuel Valls.
Y nos hemos tomado las cosas
con calma: los centros docentes abren sus puertas más tarde, el Parlamento
sigue sesteando una semana más (y van...), el Ejecutivo se incorpora poco a poco.
Y si la clase política, la Universidad, las instituciones -en las que muchos
teléfonos llevan mudos diez días- dan un tal ejemplo, ¿por qué la sociedad
civil, feliz y despreocupada, no va a hacer lo mismo? Pues eso, que ya lo
decían los romanos, que se hicieron duchos -antes de la caída del Imperio-en el
'dolce far niente':
carpe diem. Bueno, aquí la versión sería algo así como
'carpe septimana', que vacar solamente un día es como de pobres de espíritu o
así. País...
-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>