Dudas sobre la estrategia de la OTAN en Ucrania
martes 15 de abril de 2014, 13:10h
He leído ayer con atención la
declaración pública que, en forma de artículo, ha emitido el secretario general
de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, bajo el título "Pido a Rusia que ponga freno
a la escalada". Se trata de un texto argumentativo que parece tener por objeto
desmontar los argumentos de Moscú en torno a la crisis de Ucrania y, al mismo
tiempo, despejar dudas acerca de lo acertada que es la estrategia de la OTAN al
respecto.
Sin embargo, su lectura ha conseguido
acrecentar mis dudas sobre la materia. Tanto los presupuestos del argumento
como la descripción de sus efectos concluyentes me parecen bastante
discutibles. Y aunque no explicita la lógica de fondo de su estrategia, no hace
falta ser un artista en la solución de jeroglíficos para darse cuenta de su
tácito e inconveniente sentido.
Vaya por delante una aclaración: la
estrategia del gobierno de Moscú no es precisamente constructiva. Tratando de
fortalecerse políticamente, Putin busca motivar los sentimientos nacionalistas
del pueblo ruso, zaherido por la pérdida de las exrepúblicas soviéticas, que
consideraba parte de su área de influencia (y en algunos casos parte de las
entrañas originarias de la propia Rusia, como es el caso de Ucrania). Varios
observadores han hecho alguna suerte de paralelismo entre esa pérdida y el
castigo que supuso el Tratado de Versalles para la Alemania derrotada tras la
primera guerra mundial. Y para conseguir la recuperación de tales exrepúblicas,
Putin no descarta una escalada de confrontación que muchos han calificado de
nueva guerra fría.
La cuestión es que, teniendo clara la
lógica de Moscú, es necesario elegir la respuesta más conveniente de entre las
muchas posibles. Porque no es cierto que haya una única en el escenario: son
diferentes la de Obama, la de la UE, la de Naciones Unidas, por poner algunos
ejemplos. De hecho, la que nos ofrece el secretario general de la OTAN parte de
presupuestos poco sólidos. Según don Anders, los europeos estamos de acuerdo en
integrar en la UE y en la OTAN a las exrepúblicas soviéticas cuanto antes. Por
eso afirma con seguridad que "cuando Ucrania manifestó su deseo de incorporarse
a la Alianza hace 10 años, nos alegramos del deseo ucranio". Pues lamento
decirle que es difícil compartir esa alegría, a menos que saquemos a Ucrania de
su contexto interno y externo.
Si la entrada de Ucrania en la OTAN iba a
provocar una enconada lucha interna y una crisis con Rusia, resultaría una
enorme imprudencia favorecer tal integración. Y ese argumento es igualmente
válido respecto de la UE. Como europeo no tengo interés alguno en que Ucrania
entre en la UE a como dé lugar y menos aun de la mano de sectores radicales, en
buena medida neonazis. Gracias pero no. Prefiero esperar diez años a que dicha
entrada se haga en condiciones adecuadas y pacíficas, que tratar de acelerar un
proceso que divide brutalmente el país y provoca una crisis internacional. El
supuesto de Anders Fogh de que todos los europeos queremos marchar victoriosamente
hacia delante, en dirección al Este, es claramente discutible.
También lo es su cálculo de efectos.
El secretario general asegura que la estrategia de Moscú solo conduce "al
aislamiento internacional" de Rusia. Lástima que el mismo día que emitió su declaración,
China expresó abiertamente su apoyo a la política rusa en Ucrania. Y estar
acompañado de mil trescientos millones de chinos parece una manera muy peculiar
de estar solos y aislados en este mundo.
En realidad, no es tan difícil
identificar la verdadera estrategia de la OTAN según su secretario general.
Desde que hace un recuento de las anteriores relaciones con Rusia, que califica
de provechosas, es posible darse cuenta de lo que la Alianza pretende
realmente: mantener buenas relaciones con Moscú, mientras avanza en la
asimilación de las exrepúblicas soviéticas. Una táctica que recuerda aquella
conocida imagen de la reunión cumbre donde los participantes reparten sonrisas
y apretones de manos sobre la mesa, mientras se dan tremendas patadas en la
espinilla por debajo de la mesa. En pocas palabras, una gran astucia de patitas
cortas.
Parece más equilibrada y sensata la
política de Obama, que atiende tanto a las relaciones estratégicas con Moscú
como a las tendencias pro-occidentales en Ucrania; aunque sea tildada de blanda
y condescendiente por los halcones de Washington. Una política que no por
casualidad se parece más a la del secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon.
Por eso puedo entender a la funcionaria estadounidense, cuando dice que
prefiere que entre la ONU en Ucrania a dejar que la UE siga actuando torpemente
en Kiev. Claro, no estoy tan de acuerdo en su abrupta conclusión ("¡que se joda
la UE!") porque pertenezco a estos pagos.
En suma, lo que parece que estamos
padeciendo en esta coyuntura es el renacimiento de la política confrontacional,
que antes llamábamos de bloques y que ahora es diferente en la forma, porque
sólo hay un bloque frente a una superpotencia, pero que es muy parecida en su
esencia: escalar en la competencia geopolítica, cubriendo de argumentos
diplomáticos los intereses unilaterales. La pregunta para la gente sigue siendo
la misma: ¿estamos obligados a elegir entre los dos grandes adversarios? Yo
creo que no, que otra política más equilibrada es posible, donde -como diría
Olof Palme- el único interés sea el de todos: la seguridad común.