Tres tenores y un gran 'no'
jueves 10 de abril de 2014, 07:45h
No se sabe exactamente qué fueron a pedir en el
Congreso los tres representantes del Parlament de Cataluña. Porque, en
realidad, fueron tres peticiones distintas. En todo caso, el gran 'no', además
de previsto, estaba cantado. Pero, hay que anotar también, que fueron tres
tenores con registros distintos.
Uno pedía poder 'votar', el otro la 'independencia'
y el siguiente el 'federalismo'. Entonces, ¿a quién contentar? Estuvieron
brillantes y sus intervenciones fueron didácticas y sirvieron para que sus
demandas las conocieran de primera mano todos los españoles, lo cual no es
poco. Además, de una forma argumentada y en buen tono parlamentario. Lo cual,
también es mucho.
Hicieron bien su respectivo papel; cada uno con su
propia habilidad, astucia o sinceridad a la hora de decir lo que quería y
ocultar lo que podía estropear el invento oficial: un neutro derecho a decidir.
Entre los tres evidenciaron, ante millones de ciudadanos de toda la geografía
española y fuera de ella, que Cataluña es diversa y plural, como lo
demostraban sus diferentes peticiones, a las que habría que añadir, para ser
justos, las de las formaciones políticas catalanas que no estaban representadas
por los diputados Turull (CiU), Rovira (ERC) y Herrera (IUICV), porque también
existen: PSC, PPC, Ciutadans y la CUP, por ejemplo.
Y esta visualización, tan pública y solemne, de la
pluralidad y diversidad de la sociedad catalana, es quizás lo más importante
que ocurrió en aquella sesión parlamentaria. Porque, no por sabida, siempre se
tiene en cuenta y se actúa en consecuencia, ni aquí ni allí. Si, en lugar de
los tres tenores, hubiese habido una sola voz, como la del president Mas, como
mínimo se habría conseguido la apariencia de una mayor unanimidad. Seguramente,
por su parte, fue un error estratégico.
Porque resulta que si esta diversidad está entre los
que van a pedir algo al Congreso, es bastante razonable pensar que también
existe -como ocurre- entre las grandes
masas de ciudadanos catalanes que se manifiestan por las calles, No son masas
homogéneas, uniformes, ni de pensamiento y sentimiento únicos. Coinciden en
algo, claro, como es el malestar, la insatisfacción y las ganas de que las
cosas cambien. Cada manifestante, más allá de los gritos más fuertes que se
imponen, de las consignas de los organizadores y de las pancartas pintadas para
la ocasión (y de las manipulaciones televisivas), tiene su alma en su propio almario. Y las
cosas no siempre son lo que parecen que son, o se quiere que parezcan que sean.
Y este pluralismo y diversidad que, con razón, se
demanda que sea respetada y tenida en cuenta en toda España, también existen en
Cataluña, y muy vivas, aunque algunos preferirían que no, y a veces incluso se
intenta que permanezcan en la sombra. Pero en las urnas surgen una y otra vez,
y se hacen presentes y reclaman su turno para hablar y decidir. Ejercen,
periódicamente, el derecho a votar y el derecho a decidir. Y el que unas veces
sumen más unas que otras, todas tienen derecho a existir y a pronunciarse.
Democrácia es el gobierno de las mayorías pero con respeto a las minorías, y
esto lo garantiza la ley, siempre modificable, pero que hay que acatar para que
sea posible la convivencia.
Cierto que suele haber un pensamiento y un
sentimiento compartidos de pertenencia a una comunidad, llámese familia,
patria, pueblo o nación. Es lo natural y sano. Pero estos caracteres comunes
básicos, son sentidos, pensados y vividos, por cada cual a su manera. Es algo
íntimo e intransferible. Y constituye, como en la naturaleza, la riqueza de la
diversidad y pluralidad que tanto se dice querer proteger.
De todo ello, se deduce que se equivoca quien
gobierna un Estado sin reconocer y respetar su diversidad, e igualmente se equivoca quien gobierna una comunidad,
pais o pueblo si no reconoce y respeta también la pluralidad de su sociedad.
La buena intervención de los tres tenores del
Parlament ha tenido, entre otras cosas, esta virtud de evidenciar, una vez más
y de forma solemne, la diversidad y pluralidad del pueblo catalán, que desea y
pide, evidentemente, mayor respeto y protagonismo, bajo la forma política más
eficaz y conciliadora, que no es única.
La posible presencia de Artur Mas, erigiéndose en
único protagonista, probablemente habría puesto una máscara a la realidad
catalana. Ha sido el acierto de elegir a tres tenores en lugar de que se
produjera un brillante solo de una única voz. Los deseos de los catalanes son
ahora más conocidos, y la pluralidad y diversidad de Cataluña también, señora
Carme Forcadell.