lunes 07 de abril de 2014, 10:08h
La
pasada semana los españoles oímos los compases solemnes y contundentes del
himno nacional en la Catedral de la Almudena, con ocasión del funeral de Estado
por Adolfo Suarez. A Rosa Diez, esa especie de llanera solitaria de la
política, no le gustó el protocolo. Quizá prefiere oír como suenan los ejes de
su carreta. Solo es un síntoma de mal gusto. A la señora Diez No le gusta el
órgano. Como sus antiguos correligionarios prefiere el frio silencio de los
actos laicos.
El
himno español tiene una singularidad providencial. A Dios gracias -con perdón-
no tiene letra. Sus notas majestuosas y envolventes solo suenan a unidad y, muy
oportunamente cuando, cosa poco frecuente, son escuchadas respetuosamente por
los representantes de las diecisiete comunidades autónomas. No arrastra versos
ideológicos ni tan siquiera define lenguas oficiales. Es un auténtico símbolo
de todos los españoles, sin discriminación ni parcialismo, como los colores
rojo y gualda. Solo la efímera II República cayó en el grave error de cambiar
los símbolos seculares por un pabellón exótico y un vulgar pasacalles que
forman parte no desdeñable de las causas de su fracaso. El himno republicano sí
tenía una letra cuartelera pero sus devotos preferían sustituirla por aquella
de: "Si los curas y frailes supieran -la paliza que van a llevar". De aquella
bandera basta ver como es utilizada hoy en día en alborotos anarquizantes y
antisistemáticos, como un pendón excluyente y anticonstitucional.
Esto
de las letras de los himnos europeos es engorroso. El himno alemán, que tenía
todos los ingredientes de un patriotismo exacerbado -"Alemania sobre todos"-
hubo de ser retocado para liberarlo de contaminaciones xenófobas que, quizá le
eran ajenas sin el paso por la dictadura nacionalsocialista. Las estrofas
actuales endulzadas -"florece con el resplandor de esa felicidad"- resultan
demasiado melifluas, como la versión de los austríacos: "gente bendecida con
belleza". Otra nación, como Francia mantiene esa pegadiza canción llamada "Canto
de los marselleses" que trasciende sus fronteras para galvanizar cualquier
movimiento insurreccional, aunque nada tenga que ver con la República francesa.
Una ley de 2005 obliga al aprendizaje de esta brillante marcha en las escuelas,
cosa comprensible dentro del chauvinismo francés, aunque sus estrofas digan
cosas tan truculentas como aquella de: "vienen a nuestro encuentro -a degollar
a vuestros hijos y compañeras". Hay otros himnos que se refieren a
circunstancias históricas desactualizadas y, sin embargo, se siguen cantando
seriamente. Así el himno de Holanda concluye con: "Al Rey de España siempre he
honrado" y el de Polonia invoca a Napoleón: "Nos ha dado ejemplo Bonaparte -de
cómo debemos vencer". El de Rumanía se remonta a la Roma imperial: "Triunfante
en las batallas el nombre de Trajano". El de Portugal parece invitar al
suicidio a sus ciudadanos al ordenarles: "¡Contra los cañones marchad!".
Hay
himnos de tono monárquico-familiar, como el del Reino Unido de la Gran Bretaña,
que tiene un aire de canción de cumpleaños en honor a la Reina. Por ello no es
agresivo ni laico: "¡Que Dios proteja a la Reina!". Parece efectivo, ya que la
petición de "Que su reinado sea largo" se está cumpliendo, como pudo comprobar
el Papa Francisco al recibir las botellas de Whisky de su longeva Graciosa
Majestad. De todas estas florituras literarias -sean épicas o líricas,
sangrientas o tiernas- nos hemos librado los españoles a pesar de los intentos,
reiterados a través de los siglos, de completar la música con unas palabras
rimadas. Gracias a ello es un símbolo inconfundible de la España de todos los
tiempos, liberado de modas y pasiones. Suena grande, lo mismo en la banda de un
regimiento que en una orquesta sinfónica, en un estadio deportivo que en la
nave de una iglesia, porque no es una canción de combate sino un abrazo
musical.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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