Elecciones
municipales. Batacazo del partido que gobierna. El presidente anuncia, al día
siguiente, una crisis de Gobierno inmediata, y cambia hasta al ministro
principal. En la remodelación incluye a la que fue su rival en las elecciones
primarias de su partido, que, por cierto, también fue antes su compañera
sentimental. Eso ocurre, naturalmente, en Francia, donde
monsieur le President
reconoce que ha perdido popularidad y, a la vista del veredicto de las urnas,
da un giro radical a sus políticas en un plazo de menos de veinticuatro horas.
Y no, no ha culpado a las malas artes de sus adversarios, ni al electorado
galo, ni al mal tiempo reinante el día de las elecciones, ni a una conjunción
adversa de astros, de esos malos resultados. Ya digo: Francia.
Son
muchas las cosas que me inquietan en la actuación política, en general, en el
país vecino. No están libres de corrupción, como tampoco lo estamos aquí. De
los líos de faldas, que no se limitan estrictamente al campo de lo privado, ya
ni hablamos. Del escaso nivel de los presidentes, que han hecho grande hasta a
Chirac, enorme a
Mitterrand e inconmensurable a
Pompidou, mejor ni acordarse.
Pero cierto es que los niveles de transparencia, autocrítica, integración
-oiga, que el primer ministro y la alcaldesa de París son, entre comillas,
'españoles'-y espectáculo (en política, el espectáculo, si es bueno, resulta
esencial) superan con mucho a los de por aquí abajo.
Cuanto
mejor voy conociendo los usos, costumbres, talantes y talentos de nuestros
vecinos del norte más me convenzo de que, con todas sus contradicciones y
elementos negativos -no conozco ningún país cuyos habitantes vivan más
relajadamente, por decirlo en términos positivos--, Francia merece ser una de
las grandes locomotoras de Europa, y un país en muchos de cuyos aspectos
políticos conviene reflejarse. Y lo mismo digo, en lo que corresponda, de
Alemania, la patria de las 'grandes coaliciones', como antes lo fue del
'partido bisagra'. Siempre he huido de ese tópico, tan hispano, que afirma que
cualquier cosa de fuera es mejor. Pero, a la vista de la sabrosa movida que han
organizado los gabachos de ahí arriba, pienso que ya va siendo hora de que, en
política, abandonemos el cazurro 'que inventen ellos', el 'no' a cualquier cosa
nueva porque "eso nunca se ha hecho así", y empecemos, también nosotros aquí, a
gobernar de otro modo, al menos más humano. Y -no me llame usted frívolo, por
favor-también algo más divertido.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>