Lo dice la teoría
económica: una baja inflación supone un lastre para la recuperación económica
en la medida en la que aplaza las decisiones de gasto de los consumidores y
retrasa la amortización de la
deuda. En su reunión de marzo, el presidente del BCE decía que no había señales de que
los consumidores europeos estuvieran retrasando sus decisiones de consumo y de
gasto, lo que le servía como argumento para decir que en la zona euro la
deflación no es por el momento un problema. De cara a la reunión de este jueves, el presidente se va encontrar
nuevamente con el mismo dilema: datos que apuntan a que la baja inflación persiste en
la zona euro y datos que, a pesar de ello, muestran un aumento de las ventas, en concreto en
Alemania, donde el dato de ventas minoristas en febrero ha sorprendido con una
subida del 1,3%, marcando su segundo incremento mensual consecutivo. Sin duda
un dato positivo. Pero en el lado contrario, en marzo la inflación de la zona
euro se ha ubicado otra vez en la "zona de peligro" del BCE por sexto
mes consecutivo. La tasa anual se ha situado en el 0,5% enfriándose desde el
0,7% de febrero y con ello se mantienen
vivas las posibilidades de mayores estímulos en la política monetaria de la
zona euro. Mario Draghi sugirió después de la reunión del banco en marzo que la
entidad decidiría no hacer nada o tomar una acción audaz si el panorama se
deterioraba. También recordó que el tipo de cambio del euro no representa un
objetivo de la política monetaria pero admitió que un repunte del 10% en la
cotización de la divisa frente al dólar supone una reducción en la tasa de
inflación de entre cuatro y cinco décimas. Pues bien, ni la evolución de los
precios ha mejorado, ni el euro termina por depreciarse.
