Desde principios del mes pasado se
viene representando en el Teatro
Bellas Artes de Madrid la obra "En el estanque dorado", de Ernest Thompson,
en una excelente versión de Emilio Hernández y bajo la dirección de Magüi
Mira, que ha sabido conjugar admirablemente una
estupenda escenografía (a cargo de Gabriel Carrascal), en la que
dominan los altos árboles
del bosque próximo al estanque en donde está enclavada la vieja casa de campo, lugar en el que transcurre la
acción; una magistral
iluminación que nos pasea por el estanque con verdadera luz de primavera,
verano y otoño (José
Manuel Guerra); un sonido perfecto
(David San José), y un vestuario
funcional y setentero
(Rodrigo Claro y Cuca Ansaldo).
Pero
todo esto no es más que el envoltorio
puesto al servicio de lo que
sucede en escena, una historia
como tantas otras de familias
cortas, como casi todas las
actuales: un padre octogenario
(Norman), una madre septuagenaria (Ethel), una hija cuarentona (Chelsi) y
su pareja que, además, aporta un hijo quinceañero al
renovado núcleo familiar.
Todo un recital
El
texto de Thompson está lleno de inteligencia
y humor, unas veces ácido, otras sarcástico, negro o tierno que
las más de las ocasiones tiene a
Norman como epicentro
-a quien da vida Héctor Alterio-durante toda la obra. Y el
complemento de Norman es su mujer,
Ethel, encarnada por Lola Herrera. Estos dos nombres bastan ya
para actuar como reclamo para cualquier espectador de teatro que ha podido
verlos en ocasiones anteriores
por separado, pero nunca juntos. Ambos, aquí, "En el estanque dorado", dan todo un recital de interpretación, que han acumulado en
sus casi 85 años de vida
real (Alterio) y 78 (Herrera),
que protagonizan un
tan verdadero como amigable
duelo de titanes de la escena.
Dos actores que hacen de esta obra una verdadera e inolvidable
delicia para cualquier
espectador que, todavía por unas
semanas, tiene oportunidad de reírse,
de reflexionar y de emocionarse con todo lo que sucede ahí arriba, pero que tanto tiene que ver con lo que todos
vivimos en nuestras propias
vidas.
Una
obra imprescindible para
todo amante del teatro
que estos días pase por la capital de España y que
con tanto tino ha sabido
tejer alguien que fue también cocinera antes
que monja, Magüi Mira,
que ha
tenido el inmenso acierto de juntar a estas dos leyendas vivas del teatro
(¡quiera Dios que por muchos
años!) junto a otros tres actores
que han sabido dar la talla
junto a ellos: Camilo Rodríguez, Luz Valdenebro y Mariano
Estudillo.