Para
quienes pensamos que hace falta un golpe de timón audaz, una salida nueva para
los viejos problemas, el gran pacto de Estado, incluso la gran coalición, entre
las fuerzas mayoritarias de un país, puede ser una buena solución parcial.
Entre otras cosas, porque, a la vista de lo que dicen las encuestas -fiémonos
de ellas en la justa medida--, va a resultar muy difícil que de las próximas
elecciones generales de 2015 salga un vencedor claro, y mucho más complicado
aún será que alguien gane por mayoría absoluta. Así que las salidas más
probables serán o una gran coalición entre socialistas y populares, o una
coalición entre socialistas e Izquierda Unida...o un período de inestabilidad,
en el que habrá que negociar proyecto de ley a proyecto de ley, transar los
Presupuestos del Estado y pactar cualquier medida importante que pueda imaginar
el Ejecutivo. Es decir, riesgo de parálisis.
En
este contexto, IU ha denunciado que el ex presidente
Zapatero mantiene
contactos con dirigentes del PSOE para convencerles de que propicien un
Gobierno de gran coalición con el Partido Popular, en función de cuáles sean
los resultados de las elecciones de 2015. Sería la '
grosse koalition' que, con
bastante buen resultado, ha ensayado Alemania en varias ocasiones y que
actualmente contrapesa las políticas más liberales con tintes socialdemócratas.
Medios
cercanos a Zapatero han desmentido la especie lanzada por IU y, desde la sede
socialista de Ferraz, también se insiste en que "una cosa es Alemania y otra
muy distinta España, donde este tipo de gobiernos carece de tradición". El
Partido Popular calla y se encoge de hombros: ¿para qué pensar en esas cosas a
estas alturas de abril de 2014, cuando falta un año y siete meses para las
elecciones -suponiendo que no se adelanten--, y el PP sigue gozando de la
mayoría absoluta conseguida en noviembre de 2011?
Ya
en 2007, en un libro que titulé 'La Decepción' y en cuya portada figuraban Zapatero y
Rajoy, acababa pidiendo un gran pacto entre socialistas y 'populares' de cara a
las elecciones de 2008. Las reacciones, en el campo socialista, fueron escasas,
pero airadas: confiaban en ganar en solitario y, según el análisis que entonces
se hacía en La Moncloa,
la economía iba sobre ruedas, éramos la envidia de Europa, nos acercábamos al
pleno empleo... Inútil, pues, pactar con el enemigo, que es como se considera
por estos pagos a las formaciones que no son la propia. Y, sin embargo, visto
lo que ocurrió después, no me negará usted que un acuerdo en torno a
determinados grandes temas económicos y políticos -porque la economía es
política, que decía Galbraith-nos habría evitado un sinfín de problemas y
reveses, nacionales y sobre todo internacionales.
Lamento,
pues, los desmentidos a la actividad de 'política subterránea' de Zapatero. Sé
que mucho se le puede criticar en su actuación desde la Presidencia, pero
entre sus defectos no se hallaban ni el sectarismo ni la falta de voluntad de
consensuar; de hecho, sus últimos meses en La Moncloa fueron similares a
un Gobierno de coalición. Tal fue el papel que le otorgó a quien todos los
datos decían ya que iba a sucederle, Mariano Rajoy.
Este
nuestro es un país en el que hablas de gran coalición y te llaman utópico, si
es que no te acusan de intentar mantener artificialmente el bipartidismo;
predicas el diálogo y te califican de blando; pronuncias la palabra
'regeneración' y como quien oye llover -aunque sea el Rey quien la pronuncie--.
La confrontación preside la vida pública, aunque sean buenas las relaciones
privadas. Se destruye más que se construye, se critica más que se escucha. Se
perdió la oportunidad de pactar en el período en el que no había a la vista
campaña electoral alguna. Ahora, con tres fechas electorales a la vista, más
las primarias del PSOE, parece ya tarde: es la guerra. ¿Quién diablos quiere
coaliciones aquí, cuando podemos diseñar un campo de batalla tan atractivo?
-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>