domingo 30 de marzo de 2014, 14:02h
Todos los que habían olvidado voluntaria e intencionadamente a Adolfo
Suárez le recuerdan ahora. No teman, durará el tiempo necesario hasta encontrar
otra persona, otro asunto de los que acordarse para poder olvidarlos rápidamente.
Este es el periodismo más practicado hoy: denunciamos algo muy importante y lo
olvidamos inmediatamente que surge otro problema, para no volver nunca sobre
los anteriores. El alzheimer es una terrible enfermedad, pero muchos ciudadanos
y casi todos los políticos practican un olvido selectivo de lo que no les
interesa recordar. Ramón Gómez de la Serna decía que "tenía tan mala memoria
que se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo". Me he acordado de
esta frase al leer el avance del nuevo libro de Pilar Urbano en el que se
cuentan, poco después de su muerte y una decena de años después de que perdiera
su memoria, los recuerdos de Adolfo Suárez sobre el 23-F. Suárez no ratificará
lo que de él se dice y el Rey no rebatirá las acusaciones. Muchos protagonistas
han muerto sin descubrir lo que sabían. Hay que esperar qué dicen el resto de
los citados, los que han suministrado datos para el libro, y los que, casi
todos según Urbano, estaban en la conspiración.
Es posible que la transición no haya terminado todavía o que tengan alguna
razón los que dicen que los españoles somos incapaces de cuidar lo que nos ha
permitido crear un futuro en el que cabemos todos. La Constitución Española de
1978, que fue obra de Suárez, sí, pero de otros al menos tan importantes como
él y con millones de ciudadanos que apostaron por la democracia, nos ha permitido vivir el mayor
periodo de libertad de nuestra historia. La caída de Suárez, por mucho que le
magnifiquemos hoy en gran medida con justicia, estuvo motivada por innumerables
errores propios, por una gran desafección política, por una conspiración
militar y, sobre todo, porque los ciudadanos le dieron la espalda. Tal vez
injustamente, pero le dejaron solo. Las hemerotecas no mienten.
El 23-F fue un grave error y un delito contra la democracia que puso
en riesgo la libertad conquistada por los ciudadanos. Y el Rey jugó un papel
decisivo en el fracaso del golpe. Los desencuentros de Suárez con el Rey son
ciertos porque ambos querían seguir caminos diferentes. Suárez, el suyo. Casi
todos los demás, otro, no el mismo, pero casi ninguno el de Suárez. Tardará
mucho tiempo en saberse, si es que se sabe, lo que pasó antes del 23-F y lo que
pasó ese día. Los periodistas y los investigadores tendrán que seguir buscando
la verdad posible. "La memoria, escribió Carlos Fuentes", es el deseo
satisfecho". Pero cuando el deseo, las palabras calladas durante décadas, los
documentos secretos aparecen de repente en un momento como éste, hay que pensar
que no es casualidad. Un impresentable profesor de Universidad me dijo un día
que "lo importante no es que una noticia sea verdad sino que parezca
verosímil". La historia acaba explicando
la razón de los hechos, pero no siempre cuando alguien lo decide.