Uno puede, ante
acontecimientos como el funeral de Estado que se celebra este lunes por el alma
de
Adolfo Suárez, quedarse en el mero formalismo del acto, al que van a asistir
todos los que en el Estado son e incluso algunos que, como
Teodoro Obiang, no
son. O puede tratar de ir más allá a la hora de interpretar este último
homenaje a un presidente engrandecido por el tiempo. Personalmente, comparo la
tesis de que, con la muerte del ex presidente, se cierra un libro, el de la
primera transición -aunque ahora haya quien nos venga a revisar, con
algún volumen escandaloso, el meollo de aquella historia--, y se abre otro. En
blanco. Todo está por escribir, aunque el guión está, para los que quieren
entenderlo, ya pergeñado.
Supongo que el
Rey, Rajoy,
Rubalcaba, los ministros, los jueces, los líderes de los partidos, asistirán,
con corbatas negras y miradas serias, a un funeral que les resulta incómodo. Al
fin y al cabo, el hombre por quien se celebra esa misa solemne dio la vuelta al
Estado en apenas once meses, y en unas condiciones mucho más difíciles que las
actuales, creo. Ahora no tenemos una ETA que mate cada día, ni unos militares
que impiden la evolución hacia la democracia, ni un aislamiento internacional
asfixiante, ni a los nostálgicos del franquismo, de la autarquía y del 'ordeno
y mando'. España ha caminado, con tropiezos, eso sí, por la buena senda,
se pongan como se pongan los derrotistas. Pero ahora ha llegado el momento de
afrontar unos cambios casi tan profundos como los que acometió el difunto a
quien este lunes recordaremos nuevamente, y no sé si por última vez, todos. Y
ninguno de quienes asistan desde los primeros bancos a este funeral de Estado
tiene en la cabeza, que sepamos, el nuevo Estado que necesitamos, que no es
sino el mismo de ahora pero con retoques profundos, con cambios que constituyan
el Cambio, con una buena dosis de regeneración.
Pero hete que aquí estamos,
abocados a la primera de una serie de confrontaciones electorales y, como
siempre, mucho más preocupados por los resultados en las urnas que por
aprovechar ese mensaje regeneracionista que puede que sea el último legado del
mejor Suárez, aquel a quien una vez escuché decir "y si me equivoco, que
me manden a hacer puñetas". No se equivocó, desde luego, en aquellos
primeros once meses que cambiaron España, y quizá le mandaron a hacer puñetas
porque el clima, necesariamente, se le volvió demasiado hostil a partir de
entonces. Ahora resulta fácil decirlo, pero ya el 'padre' de la
Constitución
Miquel Roca advirtió, en 1978, que había cosas que acabarían no
funcionando en aquella ley fundamental que él contribuyó a elaborar. Hubo, sí,
errores en la primera transición, aunque ya digo que el asunto no ha ido mal en
estos casi cuarenta años que pusieron fin a los 'otros' cuarenta
años, los de la dictadura. Ahora, en la segunda transición, hay que enmendar
algunos de esos errores, como el Título VIII de la Constitución, la normativa
electoral, la degeneración en la vida de los partidos y de los sindicatos y un
bastante largo etcétera.
Asistiré, como siempre de
mirón, a este funeral, y trataré de escrutar los rostros patricios de quienes
ocupen los primeros bancos en busca de algún signo de propósito de la enmienda
de aquello que ha terminado por no ir tan, tan bien. Pero ya digo: habrá
corbatas y trajes oscuros, como las miradas de sus portadores, pero escaso
deseo de soltar el trapecio de la rutina. Allí estarán juntos, y acaso eso no
se repita en mucho tiempo, los tres ex presidentes del Gobierno vivos; a uno de
ellos,
Zapatero, le han endilgado que está tratando de urdir una operación para
forzar un Gobierno de coalición PP-PSOE. Creo que la especie, lanzada por una
Izquierda Unida que cree que con los socialistas podría formar Gobierno en
2015, no es cierta. Es más: me consta que Rubalcaba huiría, como lo haría el
propio Rajoy, hasta de nombrar esa bicha. Y bien que lo siento, porque desde
hace años he creído que esa solución 'a la alemana' nos hubiese
ahorrado muchos disgustos. Pero no: cuando el arzobispo diga "daos
fraternalmente la paz", empezará formalmente la guerra. Y así, hasta
noviembre de 2015, por lo menos.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>