El último adiós a Adolfo Suárez
viernes 21 de marzo de 2014, 13:44h
A finales de 1994, Joaquín Sánchez Garrido, que era
alcalde de Toledo, me comentó su idea de crear un gran premio internacional que
glosara el espíritu tolerante de su ciudad trayendo a la memoria de los
españoles de hoy las tres culturas que convivieron tras sus murallas bajo el
reinado de Alfonso X el Sabio, el rey que quiso ser emperador y que pasó a la
historia por promulgar el Código de las 7 Partidas, luchar contra casi todos
dentro y fuera de España, y tener antes y durante su matrimonio con la reina
Violante una larga lista de hijos y
amoríos.
Fruto de esas conversaciones y junto a Ramon Tamames fue
tomando cuerpo el I Premio Internacional Alfonso X, del que conservo todos los
originales de los trabajos, cartas y conversaciones que llevaron a que en enero
de 1995 Adolfo Suárez fuera su primer receptor en una gran ceremonia a la que,
por primera vez tras la salida del ya duque de Suárez de la política,
asistieron los Reyes. Fueron meses de mucho trabajo y más satisfacciones pues
creíamos tanto Joaquin como Ramón y yo mismo que Suárez se merecía el homenaje
que la política y los políticos le habían negado hasta ese momento. Hablé de la
presencia de los Reyes en aquel primer homenaje público que se le iba a hacer
tras su " mala" salida del poder y del entorno de La Zarzuela con
Sabino Fernández Campo, y fueron varias las visitas y las conversaciones
previas con Suárez en el despacho de la calle Antonio Maura que compartía con
el que había sido el primer gran fontanero del poder y de los secretos del palacio
de La Moncloa, el diplomático Alberto Aza que, curiosidades del destino,
terminaría ocupando el puesto de Sabino junto al Rey unos años más tarde.
Don Juan Carlos y Doña Sofía fueron generosos y cariñosos
con el hombre que había articulado desde el poder los primeros pasos de la
democracia en nuestro país; que había conseguido sin violencia y con la ayuda
de Santiago Carrillo y la complicidad de muchas voluntades de dentro y fuera de
lo que representaba el régimen de Franco, enterrar la Dictadura, convocar
elecciones libres y articular y poner en marcha una Constitución para todos en
menos de dos años desde la muerte del general, algo impensable y que sorprendió
a todos los gobiernos del mundo que nos observaban con curiosidad y admiración,
y que habían calculado un periodo de diez años para que en nuestro país
pudieran celebrarse unos comicios
electorales con presencia del Partido Comunista, tal y como me confesaría en
esos meses Antonio Garrigues Walker, uno de los eslabones de la cadena que unía
Madrid con Washington.
Le entregaron el bien ganado premio y durante la comida
que organizó José Bono -que impuso su presencia al alcalde como no podía ser de otra forma y
que nos recriminó a los dos que no hubiéramos contado con él desde el principio
- pudimos sentar a la misma mesa a varios de los protagonistas de esos primeros
años de nuestra reciente democracia, con una de esas tertulias improvisadas en
las que se entierran las viejas querellas políticas y se firma la paz de los
hombres y las ideas, desde Alvarez de
Miranda a Narcis Serra, pasando por Clemente Auger y Alberto Oliart.
Suárez, con dos elecciones ganadas entre los años 1977 y
1981, tuvo que vencer todos los obstáculos y recibir todos los ataques desde
dentro y fuera de la organización política que había creado para presentarse a
la primera cita con las urnas en junio de 1977, la Unión de Centro Democrático,
una suma de grupos, familias y credos que terminaría explotando tras la
catástrofe electoral de 1982 con el democristiano Landelino Lavilla como candidato y el liberal Leopoldo Calvo
Sotelo en la presidencia de un gobierno que el propio Suárez había abandonado
un año antes.
Año y medio más tarde, en octubre de 1996 y en Oviedo,
Adolfo Suárez recibía de manos del Príncipe Felipe el Premio a la Concordia, y
comenzaba un lento pero imparable camino hacia el olvido, más preocupado por la
salud de su esposa Amparo y de su hija Mariam que morirían de cáncer unos años
más tarde, tras dos ejemplares muestras de lucha contra la enfermedad, la
primera en 2001 y la segunda en 2004, cuando los primeros síntomas del
Alzheimer ya se habían manifestado en su memoria.
El que fuera primer presidente de la rescatada democracia
española estuvo 36 años en la política, desde que en 1955 le "
protegió" Fernando Herrero Tejedor, que era una suma de antiguo falangista
y hombre del Opus Dei y que le llevaría a ser nombrado procurador en las
Cortes franquistas en 1967 y gobernador
civil de Segovia un año más tarde, hasta su abandono de la presidencia de su
segundo partido, el Centro Democrático y Social, en 1991 tras una fuerte
derrota en su intento de crear una organización que sirviera de colchón entre
las que ya eran las dos grandes formaciones de nuestra vida pública, el Partido
Popular de José María Aznar y el Partido Socialista de Felipe González.
Esta España nuestra es un país al que le gusta el olvido.
Es poco generosa con los vivos y muy
dada a glosar de forma desmesurada a las muertos. Ahora asistiremos a ese
espectáculo, a esa suma de reconocimientos y homenajes, a millones de palabras
unidas para poner de relieve el papel crucial de Adolfo Suárez en aquel periodo
que ahora muchos añoran y otros colocan como la base de los actuales males, por
no haber roto con la Dictadura y haberla transmutado en Democracia asumiendo
sus defectos de origen. Puede que no tengamos remedio, que nos condenemos
nosotros mismos a repetir errores y situaciones, a dejar en las cuentas de la
historia a personas que atesoran experiencia y conocimiento . El ex presidente
era uno de esos. Este puede que sea su tercer adiós. Con el primero se fue de
la política resistiéndose a los golpistas del teniente coronel Tejero; con el
segundo se fue de la memoria, de la suya y de la de los españoles que iban
naciendo; con este tercero se va de la vida. Tal vez Don Juan Carlos, Mariano
Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba, Artur Más, Iñigo Urkullu y el resto de nuestros
actuales líderes le imiten en generosidad y paciencia. Y en su sentido del
estado y de lo que era, es y puede ser España.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
27120 | Cuquiña - 21/03/2014 @ 20:01:59 (GMT+1)
Ahora empiezan las loas y alabanzas a Suárez que se le negaron en vida. Solo recuerdo a una persona que permaneció fiel a él, y fue Rodríguez Sahagún, ni periodistas, ni políticos, ni sus propios compañeros que le traicionaron, se quedaron junto a él, y la vileza del Psoe que lo menos que le llamó fue "Tahúr del Misissipi", la lengua viperina de este partido, eso sí ahora todos acuden cuando está a punto de abandonarnos. Los que le hemos respetado siempre sentimos un poco de asco ante este impostado incienso póstumo
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