Sobre la reforma fiscal: eficiencia, por favor
martes 11 de marzo de 2014, 11:53h
"Si no recaudamos más,
el país no saldrá nunca de la crisis" Bajo
este título, ofrecido en su portada, presentaba un diario económico el
penúltimo día de diciembre una entrevista al ministro de Hacienda. Para los que
duden, el objetivo queda claro: Recaudar
más. Cuando un ministro de Hacienda se refiere a recaudar más, lo normal en
una sociedad avanzada es llevarse la mano a los bolsillos. Y eso que en el
manejo de las palabras los representantes públicos suelen ser hábiles, de modo
que después de lanzar el mensaje más duro, lo dulcifican. Aclaraba el ministro:
"Recaudaremos más en el sentido sano de
recaudar más". Pero, ¿que significa sano?
Cualquiera que haya estudiado y superado
con éxito la asignatura de Sistemas Fiscales dentro de las materias que se
exigen a un economista, no puede recordar nada que tenga que ver con una
recaudación "sana", pero debe de ser
porque esto de "sano" es un concepto político y no técnico, de modo que el ministro
de Hacienda ha de ser interpretado. ¿Quién no quiere que la recaudación sea "sana"?
Veamos un ejemplo: ¿es sano que los gastos financieros en las empresas tengan
un límite fiscalmente deducible? Pues a decir de este gobierno hay gastos
financieros sanos y gastos financieros perversos, porque quizá en su criterio
actual los tipos de interés que pagan las empresas son consecuencia de su poco
sana política de endeudamiento y no
consecuencia de un sistema financiero que, mal regulado, se dedicó a especular
con el crédito y como consecuencia nos puso al borde del precipicio.
Sin embargo, resulta que si una empresa padece unos tipos
de interés cuyo nivel tiene poco que ver con su eficiencia y mucho con los
errores del sector financiero, cuando no del sector público y, como consecuencia
de un límite a su deducibilidad, tiene
que pagar más impuestos, resulta que eso debe de ser una especie de purga de
pecados por el exceso de endeudamiento,
algo que el ministro considera sano.
Recordemos
a estos efectos que los tipos de interés que, por el escasísimo crédito disponible, pagan las empresas, es
consecuencia de un sistema de moneda única que ha dejado de funcionar como se
diseñó, de modo que es la fragmentación de los mercados de capitales la que
provoca que una empresa española a igual solvencia que una equivalente
alemana, tenga que pagar más intereses
por el mismo dinero, y resulta que cuando esto ocurre, ve como por "sanidad"
tiene un límite para deducir su factura fiscal. Desde luego no es fácil comprar
semejante idea.
Pero seamos generosos con el ministro y pongámonos en el
lado bueno. En España, según quien lo
explique, nos dirán que pagamos pocos impuestos. Es una verdad a medias, porque
de hecho nuestra recaudación impositiva en términos de PIB está entre las más bajas de la Unión Europea y sin embargo nuestros tipos impositivos
están entre los más altos, tanto en lo que se refiere a la imposición sobre el
trabajo como sobre sociedades, de modo que no cabe sorprenderse de que la
comisión de expertos sobre la reforma fiscal proponga una rebaja de los tipos
impositivos tanto sobre el trabajo como sobre sociedades. ¿Es que están locos
estos expertos?
Cuando resulta que
nuestros tipos de imposición directa están entre los más altos de Europa y
nuestra recaudación está entre las más bajas,
es muy difícil no estar de acuerdo en que el primer objetivo que debe de
tener cualquier reforma fiscal es la eficiencia. . No hay sistema fiscal más
injusto que aquel que se diseña teniendo como criterio la facilidad para
recaudar y no el justo reparto de la
carga fiscal. De ahí viene la enorme carga que, por razones evidentes, soporta
en España el factor trabajo.
Parece razonable que cualquier reforma bascule su peso desde
el factor trabajo hacia los beneficios
empresariales y la imposición indirecta, e incluso que aparezcan nuevas formas
de imposición ligadas a factores como el uso de los recursos naturales.
Dirán aquellos más identificados con las ideas progresistas
que está muy mal eso de incrementar la imposición indirecta al tiempo que se
reduce la directa pues al fin y al cabo la imposición sobre el consumo castiga
al contribuyente independientemente de su nivel de renta, pero por desgracia ha quedado acreditado en
nuestro país que la imposición directa, lejos de ser un factor de reequilibrio
social, ha servido de excusa para exprimir fiscalmente al máximo a quien no ha
podido eludirlo, aquel cuyos ingresos proceden de un salario, mientras que los
contribuyentes cuyas rentas proceden de los beneficios empresariales han
dispuesto de múltiples fórmulas para rebajar su factura fiscal.
Desde hace tiempo, ha sido atendiendo a la recaudación y no
a la equidad que los gobiernos han basado su política fiscal, de modo que es
normal que una comisión de expertos base sus recomendaciones en la eficiencia y en la simplificación y no en los intereses más inmediatos de recaudación,
haciendo muy difícil para cualquier observador independiente no compartir lo
esencial de sus recomendaciones.
Pero, ¿es posible seguir la recomendación de los expertos? Si
atendiésemos a eso que el ministro denomina un recaudación sana, podríamos al
menos discutir acerca de la equidad de cualquier reforma fiscal. Sin embargo, la actual
política impositiva tiene mucho más que ver con la necesidad de cubrir un
determinado nivel de gasto exigido por la necesidad de ajustar el nivel de
ingresos a un objetivo de déficit público, que con la justicia retributiva.
Es
por esta razón que España precisa de una reforma fiscal que tenga por horizonte
mejorar la eficiencia recaudatoria, mucho
más que de una simple reforma tributaria que es lo que suelen promover los
gobiernos. Mientras tanto, es la adecuación del gasto público a los ingresos
fiscales lo que debe de orientar la política fiscal y no su capacidad de recaudación.
Sin aceptar este principio, será difícil que encontremos el camino mediante el
que reequilibrar las cuentas públicas y es sabido que el déficit actual son
impuestos futuros, de modo que no hay nada más poco sano que cargar a las
generaciones futura con impuestos que paguen nuestros actuales gastos. Respecto a otras medidas como la anunciada
exención del pago del IRPF a los contribuyentes con ingresos inferiores a
12.000 euros, mejor no me pronuncio.
Analista y consultor
Consejero Delegado del Grupo Omega Financial Partners. Es economista, MBA por la IE Bussiness School y en Estrategia Internacional por la London Business School. Formado en el Chicago Mercantil Exchange, es experto en Options Risk Management por O´Connell & Piper de Chicago. Conferenciante y profesor de derivados financieros y divisas en diversos programas Master. Además, dirige los Comités de Riesgo de compañías de múltiples sectores de actividad, siendo miembro de varios Consejos de Administración. Ha sido contertulio habitual de emisoras de radio, miembro del equipo editorial de diversos diarios
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