lunes 10 de marzo de 2014, 11:35h
Como
todos los años, el buque-escuela "Juan Sebastián de Elcano" zarpó de Cádiz para
adentrarse en el Atlántico. Le llamo al barco museo navegante y no flotante
porque grandes veleros hay algunos, atracados como reliquias momificadas en
algunos puertos del mundo, pero es cosa admirable un bergantín-goleta de cuatro
palos y con cuatro mil toneladas de desplazamiento brincando sobre las olas. En
1925 se colocó la quilla de este buque en los astilleros de Echevarrieta y
Larinaga, cumpliendo el Real Decreto de D. Alfonso XIII de 1924 que autorizaba
su construcción. No falta mucho para que podamos hablar de un centenario de los
mares cuando lo habitual es que los barcos estén operativos alrededor de
treinta años. Esta hazaña provoca el respeto de quienes se cruzan con él en la
mar y contemplan su silueta joven y deportiva movida por el viento o repostando
en los puertos de todas las partes del mundo. Un mundo al que ha dado la vuelta
varias veces circunnavegándolo y haciendo honor al nombre que lleva, del primer
marino que rodeó la tierra: "Primus circumdediste me". Quienes hemos tenido la
fortuna de navegar algunos días a bordo del "Elcano" sabemos que es una
experiencia inolvidable y fascinante que hace sentir a quien la vive el milagro
histórico de la eterna juventud de una España abierta a todos los horizontes.
Hace muy bien la Armada embarcando en el "Elcano" a algunos invitados cuando
desembarca a los guardiamarinas en la escuela naval de Marín, a cuya
instrucción está dedicado, y regresa a su base de descanso y reparación en
Cádiz, a lo largo de toda la costa portuguesa hasta asomarse al Estrecho de
Gibraltar.
Viene
con quienes regresan al puerto milenario de Gades la imagen de Nuestra Señora
del Rosario, llamada "La Galeona" porque se embarcaba en la flota de galeones
que cruzaban el Atlántico para enlazar las dos orillas de habla española y
proteger el tráfico naval. Su protección debió ser muy eficaz como demuestra su
vuelta siempre al convento de Cádiz y hay que suponer que, también, protegería
en su viaje al otro mundo a los que nunca regresaron. Hay unos frailes con sus
hábitos tradicionales esperándola en el puerto, junto a las familias y a las
novias de los marineros que despliegan pancartas de impaciencia como si no
pudiesen esperar al abrazo físico.
Es
imposible describir en un artículo todos los matices que hacen moderno y
antiguo a la vez a un barco legendario que es, por sí mismo, una demostración
de la realidad inmutable de España por encima de las vicisitudes políticas. En
la cámara del comandante está el retrato de Juan Sebastián de Elcano pintado
por el gran pintor Ignacio Zuloaga, la fotografía de la madrina del buque
Carmen Primo de Rivera y otra fotografía de tres señores con uniforme azul marino,
D. Juan, D. Juan Carlos y D. Felipe. De estos detalles de inevitable simbolismo
emana la certeza de que se puede servir bien a España a través de diversas
circunstancias, como lo hace el veterano velero. Un detalle muy expresivo de
donde reside lo profundo de nuestra común conciencia histórica fue la visita,
hace pocos años, a Getaria, como homenaje a la tierra de Juan Sebastián de
Elcano nacido en aquella población que amuralló Alfonso VIII de Castila y a la
que le concedió los fueros de San Sebastián. Existía cierta prevención por el
signo político del municipio en aquellos días que, para nada, impidió una
acogida cariñosa. Cuando se programaron unas jornadas de lo que llaman en
tierra puertas abiertas es decir de visitas libres, estas comenzaron con cierta
parsimonia hasta que los primeros vecinos vieron las coloridas vidrieras de la
cámara y salieron contando que el barco llevaba el escudo de Guipúzcoa "de
verdad". Esto se refería al Rey y a los doce cañones que, desde 1513
acompañaban a los tres arbolitos heráldicos como recuerdo de la batalla en que
los guipuzcoanos, fieles a Fernando El Católico, combatieron contra las tropas
francesas que intentaron separar a Navarra de España. A partir de aquel
comentario las visitas se multiplicaron y se palpaba el regusto de las gentes
enseñando a sus hijos el escudo que habían conocido ellos y sus antepasados,
como siempre fue antes de que la memez nacionalista lo esquilmara de sus piezas
gloriosas dejándole la vulgar apariencia de un anuncio de un jardín botánico.
Esta manía del "quita y pon" de la historia solo la comparten los nacionalistas
con los comunistas, también dados a modificar a su gusto monumentos, escudos y
banderas a capricho de las coyunturas. Pero la verdadera memoria histórica, que
pasa de padres a hijos, siempre flota, como ese barco que pasea la bandera
inconfundible de todos los españoles por todos los mares del mundo.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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